Fue la frase lapidaria con la que coronó mi cliente una conversación telefónica que mantuvimos por más de una hora. Eran los meses finales del año 2009. La historia de los mercados financieros de aquellos años la sabemos casi todos. Después de una carnicería que redujo la mayoría de los índices accionarios en el mundo a casi la mitad de su valor, empezó un proceso de recuperación