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El sector privado y su innegable importancia

No hay forma de que exista una economía moderna, dinámica y globalizada sin la fuerza laboral que representa el sector empresarial. Los mercados requieren de una competencia diversa para poder hacer uso de los diversos factores de producción que son el capital, trabajo y tierra; básicamente esta teoría económica explica cómo las empresas hacen uso de estos recursos para poder así crear y producir nuevos bienes y servicios, los cuales van dirigidos y son consumidos por la sociedad, creando un circulo virtuoso donde la oferta y demanda se compensan mutuamente, cumpliendo con la satisfacción de las necesidades del cliente y generando utilidad para la empresa que le provee su producto.

Las empresas privadas y sus representantes han sido atacados ahora más que nunca. Con la entrada de una administración sumamente proteccionista y retrograda en medidas relacionadas con la economía y el sector empresarial, los funcionarios públicos que se han dedicado a vivir a expensas del pueblo creen congruente el opinar sobre un supuesto enriquecimiento únicamente para los propietarios y líderes del sector privado. Los entes particulares son acusados de hacer aún más grande la brecha que existe entre ricos y pobres y han sido objeto de críticas por cómo se han “adueñado” de los mercados y de las oportunidades laborales que supuestamente deberían ser para el pueblo. Sin embargo, el poder del sector privado es gracias a la sociedad que con su mano de obra, conocimientos y habilidades contribuye dentro de las muchas y distintas empresas, tanto mexicanas como extranjeras, que con un trabajo y esfuerzo arduo a través de años de funcionamiento brindan una estabilidad financiera y una calidad de vida digna a millones de familias en toda la nación.

El implementar una supuesta estrategia “innovadora” y en “pro” de la identidad y soberanía mexicana en materia económica NO debería implicar el ahuyentar la inversión extranjera e interna o disminuir los beneficios que las PYMEs y las grandes empresas tienen actualmente. Al contrario, debería ser motivo de orgullo y de superación continua el incentivar que capitales extranjeros lleguen al país en sus diversos sectores, que el dinero de inversionistas contribuya al crecimiento de la nación y que pueda tener rendimientos que mantengan un flujo positivo de recursos. El abrirse a la economía global no es un signo de ponerse a la merced de otras potencias, es un paso hacia el crecimiento y desarrollo en un mundo sumamente competitivo.

Ahora, sería bueno el preguntarse: ¿Qué imagen se está dando de México al someter a encuestas populares proyectos multimillonarios y decisiones que corresponden a funcionarios? Un país donde el avance tecnológico, económico y social no sea la prioridad, está destinado a la miseria. El permitirse tener un aeropuerto de primer mundo no es un capricho, es una herramienta sumamente redituable que atraerá turismo, miles de empleos, reconocimiento internacional y un eficaz y puntual funcionamiento aeroespacial.

Segunda pregunta: ¿Qué se pretende con exponer las injusticias acerca de la realidad de millones de pobres, cuando las acciones supuestamente a favor de disminuir la diferencia de los estratos económicos van en deterioro de estos mismos? No se puede ignorar la realidad de que en nuestra nación más de 50 millones de personas viven en pobreza, hacen falta acciones inmediatas (desde hace muchos sexenios atrás) y una correcta implementación de programas que apoyen a brindar una calidad de vida apropiada para estas personas. Sin embargo, el frenar el crecimiento del sector privado por considerarlo “el de los ricos” no es una respuesta adecuada a esta problemática, es engrandecerla y asumir que todos tienen que estar en la misma situación precaria, en lugar de trabajar en conjunto con las empresas para combatir la falta de oportunidades que lleva años manifestándose.

La respuesta ante la desigualdad no es el implementar una administración basada en un adoctrinamiento errado que ha llevado a naciones llenas de diversidad y riqueza a la miseria, donde todos tengan exactamente lo mismo y, a juicio de los administradores, nadie es merecedor de más a pesar de su preparación y de sus capacidades. La realidad es que todos tenemos necesidades, virtudes y destrezas diferentes que no pueden ser satisfechas de la misma manera, por lo tanto, una mayor gama de oportunidades en conjunto con las que ofrecen los entes privados transnacionales y mexicanos son herramientas para el empoderamiento y crecimiento de una economía emergente como la nuestra, donde las empresas por muy grandes o pequeñas que sean, resultan factores imprescindibles para contribuir a la riqueza y progreso no solamente propios, sino del resto de la ciudadanía.

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