Desde hace 18 años se ha intentado construir el aeropuerto en la zona de Texcoco y por diversas circunstancias nunca ha podido realizarse. Si bien es la mejor opción desde el punto de vista aeronáutico y de seguridad en aterrizaje y despegue de aviones, solamente esos argumentos estuvieron en gran porcentaje en el debate porque son innegables, técnicamente está comprobado que ello es irrefutable, pero lo que no tuvo suficiente difusión es que científica, ecológica y urbanísticamente, “construir el aeropuerto en Texcoco es el peor lugar para hacerlo” así lo llevan diciendo por casi 20 años los científicos mexicanos.
Para entender las cualidades del suelo de Texcoco hay que remontarnos a su pasado: en el siglo XVI habían cinco grandes lagos formados por casi 50 ríos, por ello hoy en día ese suelo sigue siendo altamente salino, erosivo y con “un hundimiento gradual no apto para la construcción civil”; de hecho estudios realizados por el Centro de Ciencias de la Atmósfera y el Instituto de Geología de la UNAM revelaron que una construcción ahí se hundiría más que la misma Ciudad de México, pero con la diferencia que no serían hundimientos “parejos” ya que en unas partes serían de 30 y en algunos lados llegarían hasta los 40 centímetros por año.
Por otro lado, en el vaso de Texcoco desembocan actualmente siete ríos de forma permanente, además ahí se deposita el agua que escurre del deshielo de algunas de las 60 montañas que rodean a la ciudad; por si esto fuera poco, entre mayo y octubre (durante la época de lluvias) se forman 31 ríos más, todo ello lo hace un valioso recurso hídrico que la naturaleza nos regala por seis meses al año y esto ha sido así por siglos. Esta es información que ha revelado la UNAM, pero que también conocen perfectamente la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Comisión Nacional del Agua (Conagua), dependencias que en conjunto así lo dieron a conocer en 2014 en el “Proyecto Hidráulico del Lago de Texcoco” que en ese entonces les solicitó el Gobierno de la República.
Todo lo descrito anteriormente no significa que no se pueda construir algo ahí, la tecnología y conocimientos actuales lo permiten, pero para realizar una obra así es necesario drenar ese terreno y desviar el cauce natural del agua que ahí se acumula y aquí viene la clave: sería muy costoso hacer todo eso, y en el mediano plazo es necesario darle mantenimiento a los cimientos porque deben garantizar un hundimiento controlado de la terminal aérea. Las características del suelo de Texcoco hacía que el Aeropuerto ahí fuera una obra motivada por el lucro, pues ya había enormes contratos millonarios asignados a empresas que se encargarían del mantenimiento de las instalaciones poco tiempo después de que el Aeropuerto entrara en operaciones.
El Nuevo Aeropuerto de Texcoco significaba un lugar de potenciales negocios para muchas empresas durante muchos años, una obra de ganancias jugosas y seguras a costillas del agua que ahí se acumula; es por ello que durante años políticos y empresarios cabildearon por hacer el Aeropuerto en Texcoco y no en otro lugar, pues hacerlo en Tizayuca o Santa Lucía sí representa gastos de mantenimiento pero no del tamaño que la obra Texcoco demandaría por muchos años.
¿Qué se puede hacer en lo que quedó de la obra del Aeropuerto en Texcoco?
El Bordo Poniente está dentro de los terrenos federales donde se estaba haciendo el aeropuerto de Texcoco y actualmente hay una planta de composta donde se reúnen residuos orgánicos que genera la Ciudad de México, si el Aeropuerto en Texcoco hubiera seguido se hacía necesario encontrar otro lugar para reubicar esos desechos.
Ahora que el aeropuerto no se realizará, el Departamento de Ciencias Ambientales de la UNAM sugiere que esta área federal tiene el potencial para generar energía utilizando los residuos que se procesan en dicha planta de composta y con ellos se puede producir electricidad.
Los científicos opinan que si utilizamos las últimas tecnologías en energía y rehabilitación de suelos, en ese lugar se puede crear electricidad no sólo a la Ciudad de México, también para Puebla, Toluca, Cuernavaca y Pachuca y todo ello usando las 15 mil toneladas de basura que genera la Ciudad de México todos los días.
La energía eléctrica que ahí se produzca se introduciría a la red de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y con ello el gobierno de la Ciudad de México descontaría el costo del consumo de electricidad que actualmente usa el sistema de transporte colectivo Metro, lo que haría que ya no tenga ese costo adicional.
De hecho, el proyecto para hacer esta planta de energía conocida como de “termovalorización” ya existe y está a cargo de una empresa francesa llamada Veolia, si esto se hiciera realidad sería el proyecto en su tipo más grande en América Latina. Sin embargo no avanza por algunos políticos que están en su contra, y es necesario vencer esta barrera para que se lleve a cabo y se convierta en una realidad que beneficie a millones de personas.