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Desigualdad Económica: ¿Un mal necesario o una brecha a combatir?

 

La desigualdad, existente entre millonarios y existiría si todos fuésemos millonarios; comprendida en un ambiente social o político teniendo un bagaje histórico que bien podría llevarnos varias cuartillas para ilustrar.

 

Junto a este concepto (pero no siendo sinónimo) encontramos a la pobreza, la cual suele referirse al aspecto económico; donde la desigualdad económica se añade a la lista, pero que también genera otras, ya que acumula distinciones. Aunando al dinero como incógnita principal de nuestra ecuación, generando clasificaciones y jerarquizaciones más fácilmente, haciendo más cuantitativa que cualitativa la situación.

 

Partiendo de estos dos conceptos y puntualizando sus diferencias, adentrémonos un poco más en el tema.

 

Dos economistas italianos cuantificaron el estudio de la desigualdad:

  • Vilfredo Pareto (1848-1923) descubrió que, a partir de estadísticas fiscales de varios países, el número de contribuyentes con ingresos superiores a equis es inversamente proporcional a equis.
  • Corrado Gini (1884-1965) estableció una medida de desigualdad (Coeficiente de Gini), la cual calcula la distribución de la riqueza o ingresos en un país.

 

 

De acuerdo a un estudio publicado en Nature Communications (2013) la desigualdad económica puede alentar a la cooperación entre la población, cuando normalmente no tendrían intención de hacerlo. Los autores Ádám Kun y Ulf Dieckmann argumentan que los benefactores ricos promueven la cooperación a su alrededor, ya que esta cooperación les ayuda a ellos, así como a su entorno. Por lo que la cooperación terminará esparciéndose.

 

Su marco teórico conocido como el juego teórico estudia la conducta de las personas bajo diferentes circunstancias que exige lo mejor de ellas. Refutan que siempre se ha asumido que todos los “jugadores” tienen los mismos recursos, cuando en realidad no es verdadero.

 

Asimismo, en Do Rising Top Incomes Lift All Boats? (2006) de Dan Andrews, Christopher Jencks y Andrew Leigh señalan que los incrementos en la desigualdad económica benefician  el crecimiento económico. Aludiendo a que cuando se generasen incrementos en las ganancias de la población con mayor riqueza, ésta generaría un alza en la creación de empleos, por consecuente que la restricción presupuestal de la población con menor ingreso (acorde al coeficiente de Gini) disminuyera, siendo menos probable que esto sucediera si este porcentaje de población con mayor riqueza no hubiese tenido incremento en sus ingresos.

 

 

Dentro del mismo estudio, encontraron que en países desarrollados entre 1960 a 2000 se presentó el siguiente fenómeno: cuando la población con riqueza (que es la minoría) incrementaban sus ingresos; provocaba que al año siguiente los países involucrados subieran sus tasas de interés, siempre y cuando este incremento de ingresos fuese sostenido.

 

 

Del otro lado, tenemos entendido que para que haya una distribución e incremento de la riqueza debe venir acompañada de crecimiento o producción, cosa errónea ya que siempre se debe buscar el desarrollo. Ya que puede haber un crecimiento sin desarrollo, pero no un desarrollo sin crecimiento. El desarrollo se manifiesta en términos cualitativos, mientras que el crecimiento en términos cuantitativos.

 

Tanto la revolución agrícola como la revolución industrial tuvieron un primer momento empobrecedor: disminuyeron el tiempo libre, la salud y la nutrición, aunque aumentara la producción.

 

En The world economy: A millenial perspective, Angus Maddison acota que el PIB per capita en Estados Unidos en 1700 era de 527 dls, mientras que para 1870 se había quintuplicado a 2,445 de dls per capita. La productividad se quintuplicó, pero el bienestar de la población no.

 

 

Una manera en que se pudiera favorecer el aumento salarial a la población menos favorecida requeriría una participación tripartita; donde el Estado, la empresa y el contribuyente estuviesen involucrados. Dónde: el Estado disminuyendo sus imposiciones fiscales a las empresas, éstas pudiesen amortiguar el impacto del alza salarial. Y que a su vez el contribuyente aportara con sus impuestos de manera homogénea aplicada a otros niveles y productos como ya lo ha propuesto el Instituto Mexicano de Contadores Públicos (IMCP); en respuesta a la reforma fiscal de Estados Unidos. Para que el Estado no pierda ingresos. Claro, a esta simple ecuación se le debiesen sumar otro tipo de agregados económicos que juegan tanto macroeconómicamente como microeconómicamente.

 

“La extrema desigualdad en términos de renta y riqueza que existe actualmente en gran parte del mundo es perjudicial para nuestra economía y nuestra sociedad, y socava nuestra política. Si bien esta situación debería preocuparnos a todos, lo cierto es que son las personas más pobres quienes más la sufren: no sólo sus vidas se ven afectadas por una gran inequidad, sino que también carecen, en gran medida, de igualdad de oportunidades.” – Joseph Stiglitz (Profesor en la Universidad de Columbia y Premio Nobel de Economía 2001).

 

 

Autor:

Joaquín Mena García

Presidente IMEF Universitario EBC Ciudad de México

Estudiante en la licenciatura de Finanzas y Banca

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  1. #1
    24/01/18 09:27

    Me parecio muy bueno tu articulo, felicidades. Creo que eres nuevo en la página, que bueno que hay articulistas como tú que escriben de estos temas.