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Riesgo moral: su relevancia en la economía y en los mercados financieros

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La información es poder: un cliché que ha cobrado mayor relevancia, sobre todo, tomando en cuenta la creciente digitalización del mundo y los avances tecnológicos más recientes. En la actualidad, la información es sinónimo de ventaja para las organizaciones y las personas a la hora de tomar decisiones óptimas.

En este tenor, la información se ha vuelto un activo cada vez más valioso para sus poseedores, tanto en su forma “bruta” o como insumo para generar nuevos conocimientos, al ser una fuente de beneficios potenciales. 

Un ejemplo, el conocimiento de un usuario y una contraseña da inmediatamente el acceso a recursos monetarios. Tal es su importancia que una parte de los ingresos de participantes económicos son canalizados a proteger este tipo de activo. 
 
En el plano económico, la información es decisiva para formalizar las transacciones económicas[1] entre las partes involucradas.

En el contexto de una economía de mercado, el precio provee cierta información a los participantes o, en el argot económico, es un proxy que informa sobre las características de los productos y otros factores relacionados con estos: entre los extractos más importantes se hallan la escasez o abundancia, la calidad, el estatus de nuevo o usado, etc.

Asimismo, el desarrollo de los medios de comunicación masivos y personales han coadyuvado para que la información que incide en lo precios de los bienes, servicios y activos esté a disposición de los bandos interesados. De este modo, las contrapartes poseen el conocimiento necesario para comprar y vender y, además, obtener el mayor provecho posible: esto es el supuesto de información completa en economía
 
Sin embargo, algunos economistas connotados, como Stiglitz y Akelof[2], han demostrado lo contrario, con base en estudios empíricos. A este respecto, ellos afirman que hay desigualdad en términos de la disponibilidad de la información, en donde es probable que uno de los bandos cuente con mayor conocimiento en comparación con su contraparte al momento de realizar una transacción: a esto se le conoce como asimetría en la información o asymmetric information.

Asimismo, ellos argumentan que esta asimetría es una característica omnipresente en una economía de mercado, y esto lleva a que las transacciones disten de ser impecables y óptimas: este óptimo en el mundo económico alude al óptimo de Pareto que es la situación en la cual un individuo obtiene un beneficio sin perjudicar a la otra.

En el mejor de los casos, existen ciertos obstáculos, pero las partes salen avantes; y, empero, en el peor de los casos puede causar daños a los individuos e incluso al sistema. 
 
Ahora, poniendo foco en el worst-case scenario, existen ciertas situaciones donde los individuos más informados tienen la posibilidad de sacar ventaja sobre aquellos que no lo están y, además, saben que los riesgos y las perdidas derivadas de la transacción recaerán sobre los segundos: esto es el riesgo moral, o moral hazard.

El principio del óptimo de Pareto pierde validez, y se presenta un escenario de ganadores y perdedores. Por un lado, los vencedores que poseen más datos tratarán de obtener un mayor provecho, principalmente tasando un producto a un valor mayor al que le corresponde. Un ejemplo muy conocido es la venta de autos usados, donde el vendedor conoce el estado de los vehículos y, aun así, no ofrece distinción al tasarlos al mismo valor. Por otra parte, los demandantes de ciertos productos, con mayor conocimiento, también podrían tomar acciones para mejorar su bienestar. 

Como ejemplo, el caso de un individuo que asegura su vehículo y lo daña intencionalmente para obtener autopartes de mayor calidad.
 
En este sentido, el riesgo moral acarrea distorsiones en el sistema de precios, tomando en cuenta la afirmación, citada al principio de este artículo, en la cual los precios revelan información a los participantes.

Aquí, el sistema se vuelve opaco ya que la parte beneficiada no valora el producto a un precio que le corresponde, tomando en cuenta sus condiciones y otros atributos que afectan su precio: en otras palabras, no refleja el verdadero valor de los artículos y activos.

Así, como su nombre lo indica, el riesgo moral produce transacciones desiguales y peligrosas, tanto a nivel de contraparte como sistémico, e ignora las implicaciones morales, la responsabilidad y el miedo: la posibilidad de riesgo moral aumenta cuando una parte tiene la posibilidad de asumir un menor riesgo a lo acordado. Este término proviene del sector asegurador, específicamente en ciertas situaciones donde el asegurado no otorga información completa sobre las condiciones del bien o individuo, cuestión que provoca una discrepancia en la valoración del riesgo.
 
En el plano financiero, el riesgo moral implica
1) que un participante financiero otorgó información insuficiente o alterada con respecto a su situación financiera, activos y capacidad de crédito, al momento de valorar el activo o predecir su riesgo,
2) que tiene conocimiento sobre ciertas situaciones que impactarían el precio justo de mercado, también conocido como fair-market value, del activo[3] dentro del plazo, que es análogo a la valoración de un bien/servicio en una economía de libre mercado,
3) que actúa con mala fe, durante el plazo, al obtener un beneficio mayor por diversos motivos no pactados, 4) que su actitud cambia comparada aquella mostrada en la fecha del acuerdo. Hasta aquí, cabe aclarar que el riesgo moral, en la arena de los mercados financieros, se presenta posterior al pacto, mientras que los riesgos previos a un acuerdo financiero se les conoce como selección adversa. 
 
Concretamente, el término de riesgo moral se popularizó a partir de la crisis financiera de 2008, como una de las causas que provocaron la caída estrepitosa de los mercados financieros y la recesión económica a nivel mundial.

En primera instancia, los corredores hipotecarios, que conectan oferentes y demandantes de hipotecas, tuvieron los incentivos para facilitar el pacto de la mayor cantidad de préstamos posibles, y así obtener una mayor comisión, ante un aumento en el riesgo[4] en el mercado hipotecario, y sin sufrir las consecuencias dado que ellos no originaban los créditos directamente: el riesgo se traspasó a los demandantes, a manera de embargo de sus bienes raíces, y a los oferentes, por la pérdida monetaria por impago de los créditos.

En segunda instancia, la historia se repitió: en la crisis de 1929, el gobierno estadounidense rescató a los bancos de la quiebra. En décadas posteriores, los bancos más importantes de aquel país adoptaron, secretamente, el lema de “too-big-to-fail”, o que en dado caso que ellos incurrieran en pérdidas que comprometiera al sistema financiero y la economía, el gobierno se vería impelido a rescatarlos para evitar una debacle.

Por tanto, los bancos tomaron mayor riesgo del permitido, sobre todo en la emisión de ciertos instrumentos especulativos, que aumentaron sus márgenes de ganancia: un claro ejemplo es el mercado de Credit Default Swaps o CDS, cuyo valor creció exponencialmente desde comienzos del nuevo siglo hasta su caída a finales de 2007[5]

El riesgo se transfirió del sector bancario al sector público. Y efectivamente, ocurrió el esperado rescate de algunas instituciones bancarias ante la explosión de la burbuja en el sector inmobiliario y de derivados. 
 
Finalmente, ¿qué lecciones quedan para atender y mitigar el riesgo moral? Primero, crear incentivos para favorecer el buen comportamiento y promover la buena fe durante el plazo del contrato o en la transacción.

Como ejemplos, 1) la devolución de una parte del dinero por un servicio contratado si no se presentó alguna incidencia importante, y 2) la subida en el porcentaje de requerimientos de capital establecidos en el Basilea III, para soportar las perdidas en "días lluviosos". Segundo, castigar o penalizar el mal comportamiento.

Un par de ejemplos, 1) créditos del Fondo Monetario Internacional a países que se declaran en quiebra a cambio de reformar sus políticas gubernamentales y entrar en austeridad, y 2) el pago de un monto especifico por concepto de la perdida de un bien que está asegurado, con el fin de que los individuos sean más cuidadosos con sus pertenencias.

Tercero, prohibir toda actividad que eleve el riesgo moral. Un ejemplo muy claro es la regla Volcker en Estados Unidos, que prohíbe a los bancos realizar inversiones especulativas por cuenta propia. 
 
Referencias:
 

Notas a pie de página:

[1] Para este artículo, un acuerdo de compraventa entre las partes involucradas.
[2] Para mayor detalle, consultar “The market of Lemons” de George Akelof, y “Asymmetric information and the New Theory of the Firm” de Joseph Stiglitz.
[3] Se cumple con las siguientes condiciones: 1) los compradores y vendedores tienen conocimiento razonable sobre el activo, 2) se comportan en su mejor interés, y 3) no hay presiones para negociar el activo.
[4] A mayor riesgo, mayor rentabilidad.
[5] En aquel año, el mercado mundial de CDS representó 1.35 veces lo que produjo la economía mundial en el mismo periodo.

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