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Malkiel y las finanzas conductuales: consejos para invertir racionalmente

Burton Malkiel, un prominente economista estadounidense, es autor de un clásico dentro de la literatura financiera contemporánea, Un paseo aleatorio por Wall Street: la estrategia para invertir con éxito: desde que vio la luz en 1973, hace casi 50 años, este libro ha sido editado en 13 ocasiones, incluyendo material histórico actualizado y nuevos conceptos “en boga” en del mundo de las finanzas. 

A este respecto, en las más recientes ediciones, el autor dedica un apartado al análisis de algunos conceptos concernientes al campo de las finanzas conductuales y presenta algunos consejos a los inversionistas en este ámbito. 
 
Para empezar, Malkiel señala que la premisa fundamental de los conductistas, los impulsores de las finanzas conductuales, es que los participantes en los mercados financieros no son tan racionales como se asume en la teoría de los mercados eficientes[1] y, más allá, que esta irracionalidad es continua.

Así, los participantes toman decisiones irracionales, basadas en aspectos psicológicos, lo que conlleva a transacciones irracionales y, ulteriormente, a una distorsión e imprecisión en los precios de los activos financieros. Asimismo, los conductistas afirman que el arbitraje[2] no cumple a cabalidad con su papel de ajustar los precios adecuadamente ante la irracionalidad. 
 
De manera más específica, Malkiel comenta lo siguiente:
 
Básicamente, hay cuatro factores que crean un comportamiento irracional del mercado: exceso de confianza, opiniones sesgadas, mentalidad de rebaño y aversión a las pérdidas”
 
Primero, el exceso de confianza. Los participantes tienden a exagerar sus capacidades y conocimientos como inversores, a ser demasiado optimistas sobre su futuro, a infravalorar los riesgos y a controlar los acontecimientos. 

Estos factores caen dentro de la categoría de sesgos de autoengaño y son perniciosos en la medida que las personas no tienden a prever la magnitud de sus decisiones y de lo que ocurre a su alrededor. En general, el exceso de confianza es peligroso ya que los individuos aceptan una realidad distorsionada y no toman previsiones ante las dificultades inminentes.
 
Los sesgos del autoengaño, a su vez, se dividen en dos: optimismo e ilusión de la habilidad. Para el optimismo, el individuo sobreestima lo positivo y subestima lo negativo: v.gr. establecer intervalos de confianza precisos, en vez de optimistas, para el comportamiento del Dow Jones. 

Para la ilusión de habilidad, la memoria sólo retiene los casos de éxitos, selecciona los casos de éxito, y no se tiene en cuenta la historia, en su conjunto. Por ende, el individuo cree que los sucesos son predecibles. Por ejemplo, las valoraciones basadas en el éxito y popularidad del producto o servicio, sin evaluar otros factores.
 
Segundo, las opiniones sesgadas. Los inversionistas mantienen la ilusión de que pueden controlar el resultado de sus inversiones y creen en la “representatividad” en vez del razonamiento probabilístico y la evidencia histórica. 

El primer elemento, la ilusión del control, está en el grupo de sesgos de autoengaño, mientras que el segundo, la representatividad, se encuentra dentro de los sesgos cognitivos. Ambos conducen a inclinar la balanza hacia las opiniones, en vez de la evidencia y, por consiguiente, la objetividad se pierde.
 
En el caso de la ilusión del control, los individuos piensan que tienen cierta influencia en el resultado de los eventos que ocurren a su alrededor. Específicamente, ellos creen que pueden predecir o confiar en el comportamiento de los mercados financieros con base en su expertise, y que pueden actuar para obtener beneficios.

 Por ejemplo, creer que se detectó una tendencia y “aprovechar” el momento para invertir. Del lado de la representatividad, las personas forman juicios con base en la frecuencia de eventos o patrones, sin tomar en cuenta el panorama completo: los estereotipos dan soporte a las decisiones. 

Por ejemplo, adquirir acciones de empresas tecnológicas por sus rendimientos en los últimos años.
 
Tercero, el comportamiento de rebaño. Esta conducta entra dentro de los sesgos sociales. Los participantes refuerzan su creencia de que un punto de vista incorrecto es correcto cuando toman decisiones dentro de un grupo. 

También, un individuo es proclive a pensar que alguna decisión es correcta porque los demás también lo hacen, dejando a un lado el razonamiento propio. En el mundo de las inversiones, un fenómeno común es que los individuos empiezan a comprar activos financieros cuando ven una subida en los precios, atrayendo a grupos mayores. 

Otro claro ejemplo es que los inversores tienden a colocar sus recursos en fondos de inversión con buen desempeño reciente, sin considerar otras variables. 
 
Cuarto, la aversión a las pérdidas. Los individuos actúan de cierta manera cuando hay un peligro de ganar o perder algo. 

De acuerdo con la teoría prospectiva, de Kahneman/Tversky, las elecciones de los individuos están motivadas por los valores que le asignan a las pérdidas y ganancias. Como resultados de los experimentos para probar esta teoría, ellos descubrieron que 1) las perdidas eran 250% más indeseables que el 100% de los deseable de las ganancias, 2) que las personas aceptan las situaciones donde hay pérdidas seguras a cero pérdidas (no ganancias), y 3) que la aversión depende de la presentación de las pérdidas. 

A este último punto se le conoce como sesgo del encuadre, donde el individuo toma decisiones con base en cómo se presenta la información, sin llegar a analizar los factores detrás de ellos.
 
Después de esta revisión de las fuentes de la irracionalidad inversora, cabe mencionar una cita importante en el capítulo: 
 
A la hora de invertir, a menudo somos nuestro peor enemigo. Como dice Pogo: <<Hemos conocido al enemigo y somos nosotros>>. Comprender lo vulnerables que somos a nuestra propia psicología puede ayudarnos a evitar ilusiones estúpidas de inversor que pueden arruinar nuestra seguridad económica”
 
En este tenor, Malkiel presenta algunos consejos más importantes a la hora de invertir, tomados de los conductistas:
 
  1. No seguir al rebaño. No hacer caso a las conversaciones sobre inversiones, ya que suelen ser peligrosas. Muchas de las opiniones positivas en cuanto a un activo están basadas en la euforia que, a su vez, están motivadas por su popularidad: las acciones o fondos de moda en un periodo suelen comportarse peor en otros subsecuentes. Finalmente, a mayor euforia en el mercado, mayores son los riesgos que los inversores están dispuestos a asumir, sin ver que la caída será más fuerte.
  2. Evitar el exceso de transacciones. El exceso de confianza en un inversionista lo motiva a hacer muchas transacciones para garantizar su bienestar. Sin embargo, este comportamiento es oneroso ya que tendrán que pagar más impuestos y comisiones. A la hora de invertir, el individuo debe tener presente que es más redituable mantener un activo en el largo plazo, como lo hace Warren Buffett.
  3. Si negocia: venda perdedores, no ganadores. Como parte de la aversión a las pérdidas, los participantes suelen vender sus activos cuando presentan pérdidas cuantiosas en tiempos de crisis, ya que prefieren no perder aún más. Sin embargo, ellos no toman en cuenta que algunos activos son ganadores y que, en el largo plazo, podrían recuperar su valor. Por otro lado, es pernicioso para los inversores no vender activos perdedores por creer que si no las venden no tendrán pérdidas. Lo recomendable es analizar a qué lado pertenecen sin dejarse llevar por las emociones.
  4. Desconfiar de las nuevas emisiones. Nunca se podrán comprar activos a buen precio cuando sean parte de una Oferta Pública Inicial (OPI), donde las compañías se vuelven públicas para comercializar sus valores en las bolsas de valores. Y, ¿por qué? Los beneficios iniciales de las OPIs son absorbidos por los grandes inversores institucionales o los mejores clientes. El hype de inversiones iniciales en empresas con gran desempeño debe ser evitado por los inversionistas.
  5. Quedarse frio ante noticias frescas. No comprar nada cuando alguien este sin aliento ante noticias frescas y extraordinarias, especialmente aquellas que ofrezcan negocios que son una ganga. Probablemente, la información y las opiniones sean sesgadas, influenciadas por la falsa representatividad.
 
En conclusión, los conductistas proponen que los inversionistas deben evitar caer, a toda costa, en el circulo vicioso de la irracionalidad, que está basada en el exceso de confianza, las opiniones sesgadas, el comportamiento de rebaño y la aversión a las pérdidas. 

Por otro lado, los inversionistas deben seguir el circulo virtuoso de la racionalidad, con base en los cinco consejos ya expuestos. 
 
Paradójicamente, Malkiel es defensor de la teoría del mercado eficiente: la introducción de un capítulo referente a las finanzas conductuales sugiere que el autor acepta que hay impedimentos para que haya racionalidad en los mercados y que el adecuado funcionamiento del mismo depende de que los inversionistas superen su irracionalidad, con ayuda de los preceptos de este nuevo campo de las finanzas.

Notas a pie de página:

[1] Principales características de esta teoría: los participantes actúan de manera racional, la formación de precios se lleva a cabo a partir de toda la información disponible y las expectativas, y el arbitraje actúan como una medida de ajuste en los precios ante el comportamiento irracional de algunos inversores.
[2] En el arbitraje, los participantes racionales compran los activos cuando hay diferencia a la baja entre dos mercados, hasta que el precio sube al nivel “adecuado”. Y viceversa, los participantes venden los activos cuando hay variación al alza entre dos mercados, hasta que el precio desciende al punto “adecuado”. 

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