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¿Y qué hacemos con la aversión a la pérdida?

Les contaba en el post pasado que muchas veces, la teoría asume que las personas resuelven problemas del ahorro como lo harían los economistas pues queremos suavizar el consumo a lo largo del ciclo de vida y resolver el problema de optimización de recursos en cada periodo antes de decidir cuánto consumir y cuánto ahorrar. Pero la realidad no es esta. Solo 4 de cada 10 adultos mexicanos ahorra para el retiro y 43.7% lo hace con mecanismos informales. 

 

 

En muchas situaciones carecemos del comportamiento adecuado para reducir el consumo actual a favor del consumo en un futuro. Ya planteábamos en el post pasado la posibilidad de solucionar el problema del autocontrol, pero ¿qué hacemos con la aversión a la pérdida?

 

Existe la tendencia empíricamente demostrada de que a las personas les cuesta más las pérdidas que las ganancias. Las estimaciones de aversión a la pérdida suelen ser cercanas a 2:0. Las pérdidas duelen aproximadamente el doble que la satisfacción que provoca una ganancia (Tversky y Kahneman, 1992).

 

La aversión a la pérdida afecta el ahorro porque una vez que las personas se acostumbran a un nivel particular de ingreso disponible, tienden a ver reducciones en ese nivel como una pérdida. Por lo tanto, las personas pueden ser reacios a aumentar sus contribuciones al plan de ahorro porque no quieren experimentar este recorte en el salario neto.Para explicar este concepto, se puede usar un experimento realizado por Shafir, Diamond y Tversky en 1997. 

 

A un grupo de personas se le dijo que no había inflación y se le preguntó si un recorte salarial del 7 por ciento era "justo". Una mayoría, el 62%, consideró que la acción era injusta. A otro grupo se le dijo que había un 12% de inflación y se le pidió que juzgara la percepción de equidad de un aumento del 5%. Aquí, solo el 22% pensó que la acción fue injusta. La pérdida del valor de dinero que tienen ambos grupos es la misma (de 7%), es decir, en ambos casos tendrán el mismo salario,  pero cuando en los ingresos no se perciban aumentos, ocasiona en la persona una percepción más incómoda y que se percibe como injusta. 

 

Con este experimento se concluye que la sensación que genera la pérdida de algo, por ejemplo, una determinada cantidad de dinero, resulta, en comparación con la sensación que genera ganar esa misma cantidad de dinero, es más intensa. Es decir, las personas no son indiferentes, sino que prefieren no perder a ganar.

 

En otras palabras, el malestar que genera perder $100 es mayor en intensidad que la alegría que produce ganar los mismos $100. De hecho, la alegría de ganar $100 es apenas la mitad de intensa que la pena que produce perder $100.

 

Para las personas resulta muy doloroso perder algo que ya se nos había dado, incluso cuando ese objeto sea fácilmente reemplazable o no signifique nada (revisa mi post sobre el espacio entre los aviones). Esta noción de aversión a la pérdida nos afecta cuando de ahorro se trata, porque la gente, mental, emocional e intuitivamente considera los ahorros como pérdida, pues deben recortar su gasto.

 

¿Cómo se puede aprovechar este error que cometemos con el dinero para diseña un plan de ahorro?  

 

La aversión a la pérdida e ilusión monetaria sugiere que el periodo de aumentos salariales puede ser considerado un momento propicio para provocar que los trabajadores ahorren más, ya que es menos probable que consideren una mayor contribución al plan como una pérdida de lo que haría en otros momentos del año. 

 

Entonces, si recibimos un aumento salarial, los empleados deben aumentar su contribución al plan  de ahorro a partir de la primer recibo de nómina después de una aumento. Esto, mitiga la aversión a la pérdida percibida de un recorte en el salario neto y así aprovechamos nuestra forma de ser para sacarle ventaja a las finanzas personales.  

¿Estarías listo a destinar parte de tu próximo aumento al ahorro desde la primer quincena?  

 

Tversky, A. y Kahneman, D. J. (1992). Advances in prospect theory: Cumulative representation of uncertainty. Recuperado de: https://link.springer.com/article/10.1007/BF00122574

 

 

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