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Bajo el síndrome Post COVID

Han pasado poco más de 700 días desde que dio comienzo esta catastrófica e hiriente pandemia de COVID-19, la cual ha causado y sigue causando estragos por todas partes. En ese sentido, resulta natural cuestionarnos hasta cuándo seguirá causándolos o, si ya nos encontramos en la recta final de este aparente interminable episodio. Revisemos el contexto y porvenir económico y financiero.

Poniéndolo en retrospectiva, la economía fue de los primeros contagiados de COVID-19. Los primeros síntomas que experimentó fueron el inolvidable colapso del mercado financiero en marzo de 2020 y la fuerte contracción del mercado petrolero. El segundo síntoma fueron los periodos de recesión y crisis que se materializaron en los 5 continentes del mundo. Y, en cuanto al tercer síntoma, las innumerables pérdidas de negocios.  

La intervención temprana de las autoridades monetarias internacionales: los ministerios de hacienda y la banca central, fue, sin lugar a duda, el mejor antídoto que recibió la economía, pues mediante la implementación de una serie de políticas económicas anticíclicas, se lograron estabilizar las condiciones económicas.

Si bien la economía ya no está en terapia intensiva, a juicio de su servidor, no está fuera de peligro. ¿Por qué? Veámoslo:


El recién anunciado confinamiento austriaco deja abierta la posibilidad de la consecución de órdenes similares en otras naciones, especialmente las europeas, como Reino Unido, Alemania y Francia, los 3 países que aguardan el mayor número de población del Viejo Continente, respectivamente, sólo detrás de la Federación Rusa, y, en donde, se está concentrando el epicentro de los mayores casos de infección por COVID-19 del mundo y el G20 (Gráfica 1).


Este trío europeo se sitúa en los primeros diez lugares del top 20 de los países con la mayor proporción del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, significando un golpe severo a la economía internacional medida por el PIB, de encontrarse (Reino Unido, Alemania y Francia), nuevamente, en cierres paulatinos y totales de sus actividades económicas (Gráfica 2).


Es sabido que el proceso de recuperación económica ha carecido de convergencia y sintonía entre los diferentes países del globo a razón de, entre otras cosas, una inmunización desigual contra el COVID-19 y el encaminamiento de políticas económicas dispares, resultando en una enorme brecha en materia de crecimiento entre las economías avanzadas y las economías emergentes y en desarrollo.

Las últimas expectativas auguran que el primer grupo registraría una normalización económica en 2022 y la superaría con casi 1% en 2024, mientras que, las economías del segundo grupo, se mantendrían 5% por debajo de los niveles prepandemia para ese mismo año, cosa que podría ajustarse a la baja de implementarse nuevos confinamientos, especialmente en esta temporada del año (Gráfica 3).


El sostenimiento de muchos bancos centrales acerca de que el fenómeno inflacionario actual es transitorio y, por consiguiente, la renuencia a tomar medidas contundentes, podría ocasionar ineficiencias en el proceso de formación de precios, agravando la espiral inflacionaria (Gráfica 4). En esa línea, es imprescindible que la banca central internacional coexista en un entorno de transparencia y claridad sobre el futuro de la política monetaria, con el objeto de evitar perturbaciones en las condiciones financieras, especialmente de las economías emergentes, las cuales desde hace meses comenzaron a elevar sus tasas de interés, tal es el caso de México.


A pesar del desfavorable contexto económico que nos acoge, la Bolsa sigue subiendo, basta con observar al S&P 500, que continúa marcando nuevos máximos históricos durante el onceavo mes del año, ubicándose en las 4,700 unidades (Gráfica 5).

Es cierto que el mercado ya ha sabido descontar el efecto COVID-19; sin embargo, al ser el sector tecnológico el principal catalizador del más reciente rally alcista es una cuestión que no debe echarse en saco roto, considerando un posible ajuste al alza de las tasas de interés por parte de la FED.

Es un hecho que la economía ya no está enferma de COVID-19. Los inhóspitos caminos del primer semestre de 2020 fueron recorridos en su totalidad y de una u otra manera, salimos triunfantes; no obstante, el entorno actual (inflación y ralentización de la recuperación económica) supone una nueva fase de esta enfermedad, el síndrome Post COVID, del cual es muy temprano para decir cuándo culminará.

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