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Para mal, febrero de 2022 será recordado como uno de los meses más trágicos, dolorosos e insensibles de la historia de la humanidad. La invasión rusa a Ucrania (rotundamente incomprensible y tajantemente innecesaria) deja en evidencia que nada hemos aprendido de nuestra vivencia reciente y lejana, y que, tristemente, el peor enemigo del ser humano no es una enfermedad, sino el mismo ser humano.

Si bien la tónica de la charla general debería concentrarse en la gran crisis humanitaria que esto ha generado, es imposible dejar de lado la realidad económica, pues la base para reconstruir una sociedad es, precisamente, la economía.

Ahora, el mundo, claramente ya no sólo se enfrenta a una pandemia, sino también a una guerra (sin precedente). De prolongarse esta última, habría un mayor costo humano y un nuevo golpe al debilitado proceso de recuperación económica, que, bajo el contexto actual, se resentiría principalmente a través de los commodities.


El papel ruso y ucraniano ciertamente no es voluminoso en la economía global; en conjunto suponen menos del 3% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial (Gráfica 1). Sin embargo, es importante destacar que la economía rusa se ubica en los primeros diez lugares del top 20 de los países con la mayor proporción del PIB mundial en términos de la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA), ocupando la segunda posición como economía europea dentro del ranking, sólo detrás de Alemania.

Como es del conocimiento público, el G7 (Reino Unido, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón y Estados Unidos de América) junto con otras naciones, han dado a conocer una serie de sanciones económicas y comerciales que se implementarían contra Moscú de no poner cese al fuego, entre las que se incluyen, limitación a las exportaciones (principalmente del sector tecnológico), la imposibilidad de captar financiamiento en los mercados internacionales (medida que se complementaría con la recién anunciada rebaja de la calificación crediticia rusa por dos agencias calificadoras de valores) y la exclusión de una lista selecta de bancos de la Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales (SWIFT, por su siglas en inglés).

A pesar del enfoque estratégico de dichas medidas, al vivir en una economía interconectada, sería erróneo idealizar que éstas sólo afectarían a Rusia y no al resto del mundo, pero ¿de qué manera lo harían?


Como se mencionó al inicio, el golpe se resentiría en la inflación, y es que Rusia es un importante proveedor de materias primas. Recordemos que es el principal exportador mundial de gas natural y ostenta el segundo lugar en la exportación de petróleo.

Casi la mitad del gas natural que se utiliza en la Unión Europea (UE) proviene de la Federación Rusa, significando que, ante el inminente embargo energético que ésta sufriría, habría un altísimo riesgo de escasez. Es cierto que en el mercado existen otros jugadores relevantes, como Noruega y Argelia, pero su capacidad de producción es bastante limitada, haciendo necesaria la búsqueda de un nuevo abastecedor, como lo podrían ser Australia, Catar o Estados Unidos de América; no obstante, en el corto y mediano plazo, se registraría incrementos en los precios (Gráfica 2).


Diversos metales como el aluminio, cobalto, cobre y níquel, que han tomado protagonismo en el proceso de transición hacia las energías verdes, resguardan una gigantesca participación productora y exportadora rusa.

En 2021, el país produjo 3.800 millones de toneladas de aluminio (6% del total mundial), 7.600 toneladas de cobalto (4% del total mundial), 193.006 toneladas de níquel (7% del total mundial) y el 3.5% del total mundial de cobre. Asimismo, se posiciona como el mayor productor de diamantes a nivel internacional, representando el 30% de la producción, exportando a países como Bélgica, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y la India (Gráfica 3).


Hasta ahora, hemos hablado de los hidrocarburos, metales y diamantes; sin embargo, hay más productos en riesgo, como los fertilizantes y cereales, pues alrededor de 50 millones de toneladas de fertilizantes y 86 millones de toneladas de trigo son producidos en suelo ruso. En la exportación mundial de trigo, Rusia y Ucrania se sitúan en los primeros cinco lugares, compartiendo en conjunto más de la mitad de las exportaciones totales (Gráfica 4).

Lo anterior plantea un escenario bastante complejo para los bancos centrales, pues no sólo el balance de riesgos para la inflación se reafirma alcista, principalmente por las mayores presiones en el componente no subyacente (el más difícil de controlar), sino también que comience a presentarse un fenómeno estanflacionario en Europa y, consecuentemente, en todo el mundo.

Dicho lo anterior, no descarte usted un incremento de 50 básicos en la primera reunión del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) que se celebrará el 15 y 16 de marzo próximo.

Al momento en que redacto este artículo, en la frontera de Ucrania y Bielorrusia se están celebrando las negociaciones entre Kiev y Moscú. Esperemos que sea el inicio del fin de este horrible suceso.

Algo que puedo anticiparle es que, tarde o temprano, la economía se recuperará y la Bolsa (como ya lo ha venido haciendo) descontará los efectos de este acontecimiento; sin embargo, las pérdidas humanas, son irreversibles.

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