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Al momento en que escribo estas líneas, la principal preocupación de los mercados ya no es ni la inflación, ni mucho menos el ciclo de endurecimiento monetario, sino el límite de la deuda federal de Estados Unidos de América.

Primero que nada, el debt ceiling o límite de la deuda, en nuestro idioma, es el tope máximo de dinero que el gobierno americano tiene permitido para financiarse a través de la emisión de valores del Departamento del Tesoro.

Ahora bien, ¿cuál es el porqué de la preocupación?

Que, «las medidas extraordinarias» implementadas por el Departamento del Tesoro para hacer frente a las obligaciones financieras del gobierno una vez que en enero de 2023 se alcanzó el límite, podrían agotarse el próximo 1 de junio, significando que, de no elevarse o suspenderse el techo de la deuda, Estados Unidos de América caería en default por primera vez en la historia, lo cual ocasionaría efectos perjudiciales en el sistema financiero internacional.

Si bien es cierto que no es la primera vez que el gobierno americano se enfrenta a esta situación, pues, desde 1960, se ha negociado el techo de la deuda en 78 ocasiones, esta vez, la falta de consenso entre el Congreso y la Casa Blanca como consecuencia de una diferencia de enfoques, ha aumentado considerablemente el riesgo.

La gran pregunta: ¿cuáles serían las consecuencias de no celebrarse un acuerdo?


A lo largo de los años se ha hablado de una serie de acciones que, de verse en una situación de total insolvencia, Estados Unidos de América emprendería, entre ellos, la priorización de los pagos a los tenedores de deuda gubernamental sobre los salarios de los trabajadores federales, las fuerzas armadas e incluso, las pensiones. 

No obstante, existe un conjunto de fenómenos que, naturalmente, se desenvolverían (Tabla 1):

  • I. Un escenario como el ocurrido en 2011, cuando la agencia calificadora de valores rebajó la calificación crediticia de la Unión Americana desde AAA (la calificación más alta de la agencia) a AA+, no podría ser descartado, y no solamente por un posible retraso en el pago de los intereses; mismo que ya sería considerado un evento de incumplimiento, sino también por la falta de claridad y transparencia en torno a la capacidad o voluntad del país para afrontar sus compromisos, conllevando a un encarecimiento del costo de la deuda. En ese sentido, un efecto cadena en la calificación crediticia de otros prestatarios, como empresas o instituciones financieras expuestas al gobierno americano, sería previsible.

  • II. Una deuda más cara, junto con la pérdida de confianza del público inversionista sobre la economía americana, representaría una carga adicional para los mercados financieros internacionales, traduciéndose en escenarios de extrema volatilidad y ajustes en los precios de los activos financieros y no financieros.

  • III. Al socavarse la confianza sobre los bonos del Tesoro, los cuales, además, son, por excelencia, el activo refugio, indirectamente lo sería también a la credibilidad del dólar estadounidense, poniendo en tela de juicio su predominio como moneda de reserva mundial.

¿Qué sucederá? Sinceramente, lo desconozco, pero si algo sé es que, al hablar de este tema, ningún analista ha utilizado ni utilizará la expresión: “this time is different”.

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