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¿Verdad o mito?

Las últimas lecturas de los datos duros de la economía mexicana dados a conocer la semana pasada parecen poner al descubierto los indicios de una desaceleración.

Durante el 1T24, si bien el Producto Interno Bruto (PIB) anotó su décimo trimestre de expansión, de 0.3%, con lo cual registró un crecimiento anual de 1.9% (1 décima por debajo de la cifra oportuna de 2%), se trata de la cifra más baja para un periodo similar desde el 1T21 (-1.6%) y suma ya 6 trimestres de desaceleración. En esa misma línea y en contraste con la expansión del Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) en marzo, la cual superó a su última estimación tanto en términos mensuales como anuales; 0.3% contra -0.2% y 3.3% contra 2.4%, respectivamente, el Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) apunta a que en abril la economía habría tenido un crecimiento mensual de apenas 0.1% (particularmente, por un estancamiento de las actividades secundarias y terciarias), lo que significaría un avance anual de 1.7%.

En cuanto al porvenir, existe una opinión divergida, pues mientras algunos especialistas se muestran pesimistas, bajo el argumento que, históricamente, los primeros semestres de los años electorales son mayormente resilientes en contraste con los segundos (en concordancia con la reducción del gasto público y el mesuramiento del consumo privado en torno a la incertidumbre por los nuevos gobiernos, local y americano), hay otros que auguran un 2S24 con mejores números, hecho que se fundamentaría de, entre otras cosas, el nearshoring. Hablemos de este último punto.


En la vigésimo sexta edición del Índice de Confianza de Inversión Extranjera Directa de Kearney, México no sólo volvió a hacerse presente por segunda vez consecutiva en la edición de mercados emergentes, ubicándose en la sexta posición, sólo detrás de Brasil, sino que también, tras 5 años seguidos de mantenerse fuera de la selecta lista de 25 países, volvió a aparecer, esta ocasión en el lugar 21, detrás de Corea del Sur (Gráfica 1).

De acuerdo con el análisis, nuestro país recuperó terreno como consecuencia del incremento de sus exportaciones y la deslocalización de su producción.

En conclusión, contamos, estructuralmente, con un gran atractivo para los capitales extranjeros.


A razón de ello, inherentemente se pensaría que hemos captado una oleada de dinero fresco proveniente de diferentes naciones para la implantación de nuevos proyectos.

Sin embargo, cuando se analizan las cifras revisadas (y comparables) de la Inversión Extranjera Directa (IED) más recientes, encontramos que, al término de 2023, con un monto de US$ 36.28B, registró una contracción del orden de -0.10%, con lo cual rompió la senda de crecimiento de los últimos 2 años. Adentrándonos al tipo de inversión, contrario a lo que se idealizaría, el referente a nuevas inversiones no solamente decreció, sino que fue el único en hacerlo, en -72.28%, para cerrar en US$ 5.03B (la más pequeña desde 2014), en tanto, la reinversión de utilidades y las cuentas entre compañías se aceleraron 64.42% y 134.92%, a correspondencia, totalizando la primera US$ 26.63B y US$ 4.60B la segunda (Gráfica 2).


Por otra parte, y nuevamente, en contra de lo que se podría dar por sentado, el concepto de nuevas inversiones ha fungido como el segundo componente (y no el principal) de la composición de la IED, promediando 38.21%. No obstante lo anterior, en el 2023 agudizó su lugar, al pasar de 49.98% a 13.87% (Tabla 1).


Bajo una perspectiva subjetiva, otro de los indicadores que, además de la IED, deben monitorearse para medir los efectos del nearshoring es la Inversión Fija Bruta.

Dicho esto, y en contraste con la IED, este indicador, al culmino del año anterior, con un crecimiento interanual de 19.67%, marcó un nuevo máximo histórico, impulsado principalmente por la construcción, la cual registró una expansión de 20.65% (explicada mayormente por la no residencial), lo cual, en un primer vistazo, nos permitiría dilucidar que, en efecto, se está desarrollando inversión productiva como nunca. La siguiente pregunta sería: ¿cuánto de ello provino de fuera? De nuevo, la respuesta dista de la expectativa, 8.23%, tratándose de la cifra más baja de los últimos 11 años y por debajo del promedio de 11.11% (Gráfica 3).

Para finalizar y como reflexión, es importante resaltar que los números preliminares de la IED correspondientes al primer cuarto de 2024, de US$ 20.31B, batieron un récord, siendo las más altas para un mismo periodo desde que se tienen registros; sin embargo, el 96.56% fue reinversión de utilidades, cuestión que no debe denostarse, pues como ya se lo he comentado, si bien no se trata de inversionistas nuevos o «dinero nuevo» sí consisten en proyectos nuevos, afianzando la confianza por continuar operando en México.

Asimismo, y como pudo verlo, los datos muestran un resultado mixto y poco preciso para cuantificar los efectos del nearshoring (en parte porque sigue siendo muy temprano ver la materialización de muchos proyectos), por lo que sería idóneo que los proveedores de información estadística consideren desarrollar un indicador exclusivo de éste.

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