Si de tareas con alto grado de complejidad a las cuales se enfrentan los financieros hablamos, una que destaca y por mucho es la estimación del desempeño que presentará un determinado par de divisas, llámese USDMXN, EURUSD o bien, USDJPY, pues hay mil y una maneras de hacerlo. Ya sea que se determine mediante el carry trade de la moneda cotizada, el grado de liquidez de la moneda cotizada frente a monedas similares en los mercados internacionales, el flujo de remesas, el tamaño de las reservas internacionales, el tipo de cambio real, los flujos de captación por concepto de turismo o Inversión Extranjera Directa (IED) de la moneda base, las posiciones con derivados financieros en la Chicago Mercantil Exchange (CME) o a partir de métricas del comercio global.
Estando ya cerca de la primera mitad de 2025, uno de los grandes desaciertos en los que incurrieron la mayoría de los analistas fue el planteamiento de escenarios donde el peso mexicano se vería fuertemente presionado por el dólar estadounidense principalmente por los efectos económicos que traería consigo la política comercial del presidente Donald Trump; basta con contrastar la evolución de la mediana de las estimaciones de la Encuesta Citi de Expectativas, que han pasado de MXN$ 21 (18 de diciembre de 2024 y 3 veces consecutivas en lo que va de 2025) a MXN$ 20.69 (20 de mayo de 2025), así como la apreciación acumulada anual de 7.81%, situándose al cierre de la 101° sesión bursátil de 2025 en su nivel más bajo no sólo del año, en MXN$ 19.23, sino desde el 17 de septiembre de 2024 (Gráfica 1).
Si bien y seguramente también se percató de ello, un posible techo en el nivel de MXN$ 20.85 ha contribuido en la recuperación de la moneda local desde el punto de vista técnico, algo que sí le puedo asegurar es que, hasta cierto punto, el peso mexicano podría catalogarse de «fuertote» por 2 cosas, en primera porque el tipo de cambio real se sitúa por debajo del tipo de cambio nominal, MXN$ 17.60 contra MXN$ 19.23, y, en segunda por la debilidad generalizada que ha mostrado el dólar estadounidense a lo largo del año, -8.65%, la más alta para un periodo similar desde 2003 (Gráfica 2).
A razón de este fenómeno, una de las preguntas más comunes que ha saltado a la vista en las últimas semanas se centra en si estamos atestiguando un ciclo de «desdolarización».
Revisemos los siguientes datos.
Ciertamente, el mundo se encuentra inmerso en un entorno de incertidumbre, pero aún con ello, a nivel Bolsa, tanto los mercados avanzados (excluyendo a Estados Unidos de América), representado por el MIWOU0000PUS, como los mercados emergentes, representado por el MSCIEF, han redituado por encima del S&P 500 en los órdenes de 14.32% y 10.77%, respectivamente, contra -0.42% del S&P 500 (Gráfica 3).
Moody’s se convirtió en la última de las 3 principales agencias calificadoras de valores en degradar la nota crediticia de la deuda soberana de la Unión Americana, desde Aaa a Aa1, con lo cual dicho país, por primera vez desde 1917, ya no cuenta con calificaciones de primer nivel, quedando detrás de Australia, Dinamarca, Alemania y Canadá.
Los principales argumentos de la degradación serían la acumulación de trillones de dólares estadounidenses en gasto deficitario; tan sólo el año anterior fue de US$ 1.8T, equivalente al 6.4% del Producto Interno Bruto (PIB) y los pagos de intereses sobre la deuda nacional de US$ 36.2T (Gráfica 4).
Sin temor a errar, cualquier persona que participe en los mercados financieros americanos no podría haberle sorprendido esta decisión, pues más allá de los fundamentales económicos, desde hace tiempo se tiene la creencia que se han venido subestimando los riesgos de las finanzas públicas de Estados Unidos de América. No obstante lo anterior, una rebaja, por naturaleza, tiene implicaciones negativas sobre el emisor, pues los inversionistas perciben más riesgo en éste, y, por lo tanto, se ven en la necesidad de exigir un mayor premio.
Por esta razón, en la sesión bursátil del 19 de mayo pasado, los rendimientos de los bonos del Tesoro a 30 años escalaron a 4.937%, su nivel más alto desde octubre de 2023 (Gráfica 5).
Un punto relevante para destacar es que, si bien los ajustes a la calificación crediticia han perdido importancia política en los últimos años, en el contexto presente no sólo podría alterar las promesas de campaña del gobierno actual en materia de reducción de impuestos, además que incrementaría la pérdida de confianza en los activos americanos (ver nuevamente la Gráfica 3), pues si se comienza a registrar una fuerte desinversión en bonos del Tesoro (en miras de migrarse a otros activos refugio), no sólo causará que el costo neto de los intereses aumente, sino que podría profundizarse la caída del dólar estadounidense.
Finalmente, pero no menos importante algo que he estado escuchando y leyendo en los medios financieros con más frecuencia es que los especialistas están utilizando la paridad EURMXN sobre USDMXN para calibrar los riesgos en materia cambiaria. En ese sentido, cuando se compara al dólar estadounidense bajo su papel de activo refugio con otras divisas, como el franco suizo y el yen japonés, es que, aunque parece registrarse un fenómeno negativo de forma homogénea, la llamada moneda única es la única que registra avances de casi doble dígito, de 9.80%, ubicándose detrás de los metales preciosos, la plata con 15.62% y el oro con 28.89% e incluso, el Bitcoin con 15.47% (Gráfica 6).
Remitiéndome brevemente a la razón que llevaría a que los pronósticos de los analistas se incumplieran es que la historia nos ha mostrado que, en episodios de inestabilidad, el dólar estadounidense acapara la atención de los inversionistas; sin embargo, la gran diferencia ahora es que el principal impulsor de ésta es, precisamente, el país que imprime los billetes y acuña las monedas de dólar estadounidense, mediante la reconfiguración del andamiaje comercial internacional, pasando del libre comercio al proteccionismo (irónicamente), irrespetando los acuerdos internacionales, cuestionando a su banca central y atentando contra el Estado de Derecho.
Este «partido» aún no se acaba, pero tal como se lo mostré hace tiempo, a decir de los ciudadanos americanos (46% en cuanto a los que pagaran la mayor proporción de los aranceles), ellos sufrirían más que otros.