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El pasado 25 de agosto, el Banco de México (Banxico) cumplió el centésimo aniversario de su fundación, e igualmente, ayer, su primer siglo operando.


A lo largo de este tiempo, el papel del Banxico ha ido evolucionando al son de los acontecimientos y necesidades del ecosistema económico nacional y global; sin embargo, bajo la normativa vigente, prevalecen 4 tareas (Tabla 1):

  • I. Emisor único autorizado para ejercer la impresión de billetes y acuñación de monedas, asegurando su autenticidad y calidad. (Éste fue su primer y único objetivo en 1925)..

  • II. Mantener la inflación baja y estable. (Adoptando el esquema de objetivos de inflación del 3% en 2001 y la incorporación de un rango de variabilidad de +/- un punto porcentual en 2003).

  • III. La supervisión, inclusión, innovación y promoción de la banca y de los servicios financieros en general.

  • IV. Garantizar la correcta ejecución de las operaciones financieras. (Pasando desde los cheques hasta los pagos contactless, en la actualidad).

Y no así, la determinación del tipo de cambio (hasta 1995) ni la canalización de créditos. Además, que desde 1994 (como consecuencia de la reforma constitucional hecha al artículo 28 en 1993), funge como una institución autónoma.

Este último punto toma mucha relevancia en el contexto presente, sobre todo por la injerencia que ha venido perpetuando durante los últimos meses el poder ejecutivo americano en la FED, primeramente, con una retórica coercitiva al Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) para que baje la tasa de interés, y, más recientemente, el anuncio público de rescisión de la gobernadora Lisa Cook (ilegal, de principio, según lo estipulado por la Ley de la FED) por un supuesto fraude hipotecario.

Si bien estos hechos podrían explicarse por un asunto de corte político (peculiarmente, de popularidad), buscando la aminoración del costo de los financiamientos (y, de paso, ahorrarle al erario pagos de intereses a los mercados internacionales) y, con ello, sobreestimular a la economía, la realidad es que, el discurso en Jackson Hole del aún presidente de la FED, Jerome Powell, confirmaría que este mes se estaría configurando el primer ladrillo de lo que pinta a ser el segundo gran error de ese banco central en esta década (ahora por una prematura reducción del rédito referencial), pues dados los efectos arancelarios que se espera vayan materializándose (algunos ya lo han hecho) en los niveles generales de precios, un ajuste desmedido de la tasa de interés podría provocar presiones inflacionarias que terminarían por perjudicar al crecimiento económico en el largo plazo e, indirectamente, la popularidad del gobierno republicano (recordando que, justamente, el descontrol de la inflación fue un factor que coadyuvo en su victoria). Aunado a que, de hacerse efectiva la remoción de la funcionaria, se perfilaría a que 4 de los 7 puestos de la Junta de Gobernadores fueran ocupados por personas elegidas por el presidente americano Donald Trump, y que, dado su comportamiento y a decir de los expertos, le abriría la puerta para reconfigurar a su discreción las 12 presidencias regionales de la FED, quebrantando así su independencia.

Pero ¿por qué es tan relevante la preservación de la independencia (o autonomía) de un banco central? (la pregunta del millón de los no economistas).


El principio universal que la banca central de cualquier país persigue es la preservación del poder adquisitivo de su moneda, por lo que el contar con un mandato claro y libertad tipificada por un marco legal bien establecido garantizará que la política monetaria se traduzca en bienestar para los ciudadanos.

En esa línea, uno de los ejemplos claros de qué tan importante es que no se traspase esa delgada línea es el caso de Turquía. Como consecuencia de repunte inflacionario que se vivió en ese país en el transcurso de 2021, el Banco Central de la República de Turquía (CBRT, por sus siglas en inglés), naturalmente, sugirió que comenzaría a implementar un ciclo de restricción monetaria; sin embargo, el primer ministro de ese país, Recep Tayyip Erdogan, no sólo despidió al jefe del banco central para implantar a un aliado político en su lugar, sino que instó a este último a flexibilizar las tasas de interés, desde 19% en septiembre de 2021 a 8.5% en junio de 2023, totalizando 1,050 puntos base, bajo el argumento Neofisherism, que consiste en la contraretórica tradicional del funcionamiento de la política monetaria: la subida de tasas de interés provocará una espiral inflacionaria, a razón de los ajustes de precios que tenderán a hacer los agentes económicos para equilibrar los costos de financiación.

Como seguramente lo intuye, el resultado fue lo opuesto, la tasa inflacionaria se elevó desde 36.08% (diciembre de 2021) a 85.51% (en octubre de 2022), a la vez que la lira turca, ya depreciada con respecto al dólar estadounidense en el orden de 78.37% a finales de 2021, acumuló una caída adicional de 96.46% para el año subsecuente (Gráfica 1).


Un ejemplo adicional, es, justamente, el caso mexicano. Nuestro país se vio inmerso en crisis deficitarias durante las décadas de los 70’s y 80’s, lo que corrompió la ya coordinada operación de la política fiscal y política monetaria establecida desde principios de la segunda mitad del siglo XX, pues el Banxico se vio forzado, por decreto presidencial, a financiar los déficits del gobierno federal mediante procesos de expansión monetaria, lo que generó fuertes subidas en los precios, llegando a registrar tasas inflacionarias anuales de 3 dígitos, siendo la más alta, la registrada en febrero de 1988, de 179.73%, además de las constantes devaluaciones del peso mexicano, quitándole 3 ceros en 1993.

Y no fue hasta 1994, que, como ya se mencionó anteriormente, fue la fecha en la que se le otorgó autonomía al Banxico, así como después de la Crisis Tequila y el establecimiento del régimen de objetivos por inflación, cuando la inflación pasó de un comportamiento galopante a situarse por debajo de los dos dígitos desde el comienzo del milenio, promediando 4.74% (Gráfica 2).

En síntesis, la autonomía garantiza estabilidad económica.

Para finalizar, de un tiempo para acá ha venido reviviéndose el debate de qué tan idóneo sería que el Banxico persiguiera un objetivo adicional, velar por el crecimiento económico.

A esto es importante remitirnos a la experiencia internacional, pues salvo la FED, los bancos centrales de diversas economías avanzadas como el Banco Central Europeo (BCE, por sus siglas en inglés) o el Banco de Inglaterra (BoE, por sus siglas en inglés) han afianzado su enfoque en el control inflacionario, pues mediante éste es posible asegurar un entorno económico estable en el mediano y largo plazo, y no así en el corto plazo, el cual, ciertamente está lleno de tentaciones, comenzando por los estímulos.

Dicho lo cual, es el Estado quien en coadyuvancia con la industria privada deben buscar la prosperidad económica a través de la promoción de un panorama de negocios transparente, innovador, seguro y sobre todo respetuoso del estado de Derecho.

Por 100 años más de autonomía del Banxico.



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