Estimado Sr. Inmigrante,
Realmente no entiendo por qué se rasga las vestiduras ante las afirmaciones del sr. Tristán. Le invito a que hagamos un ejercicio de reflexión:
1. En España, las hipotecas se garantizan con todos los bienes presentes y futuros. Por tanto, es un riesgo bastante evidente, que toda familia en vías de hipotecarse debe sopesar, ya que un error puede suponer una quiebra familiar o un endeudamiento enorme. Por eso, y por otras razones, el Código Civil, ese gran desconocido, obliga a que las deudas se contraigan por personas mayores de edad y con plena capacidad de obrar, porque el legislador presume que ya somos mayorcitos para tomar nuestras propias decisiones. Nadie obliga al deudor a endeudarse. Vería lógico que usted se quejara del legislador de la norma hipotecaria, pero sinceramente no entiendo que arremeta contra los partícipes del sistema.
2. En el peor de los escenarios, cuando una hipoteca es impagable, el deudor debe asumir su error y tratar de vender el bien hipotecado por su cuenta. Si no lo hace, se verá abocado a la subasta pública. En la España del S. XXI, lo que debe alarmarnos es que el Estado nos ponga trabas a la hora de la subasta, porque es el último de los salvavidas que tiene un deudor hipotecario en quiebra. Lo mejor que puede pasarle al deudor es que haya muchos subasteros en su puja, ya que es obvio que cuanta más demanda, mayor será el precio de venta. En cambio, los deudores se enrocan en su error y culpan a los demás de su propia mentira. En España es deporte nacional culpar a los demás de nuestros propios males y eso conlleva a que cometamos los mismos fallos una y otra vez.
Mire usted, yo no me dedico a las subastas. Soy un hipotecado más de este país, pero tengo muy claras mis obligaciones, porque mi propia responsabilidad es precisamente la que me otorga mi libertad.
Me aterra la idea de que se propague en esta sociedad la idea de que el Estado tenga que protegernos de nosotros mismos, porque esa es la cuna del totalitarismo. Le invito a que lea usted a Orwell para comprender a qué me estoy refiriendo. La libertad que tanto anhelamos se basa en las obligaciones, no en los derechos. No nos confundamos. Si yo soy responsable de mis actos, soy libre de realizarlos o no. Si el Estado llegare a tener que cuidar de sus ciudadanos, sería el crisol de toda una suerte de leyes que nos obligaran a vivir de una manera concreta, la que el político de turno considere correcta o válida, y seguro, seguro, absolutamente seguro, perderíamos nuestra maltrecha libertad.
Así que haga el favor, hágannos el favor a todos, de no tratar de matar al médico que le pone un tratamiento doloroso para salvarle, sólo por el mero hecho de que es doloroso. Obviamente, el médico gana dinero con su habilidad, faltaría más. Aquí es igual. El subastero es el mejor amigo del moribundo, porque es su última opción, pero nos empeñamos en crucificarlo.
En un ecosistema, un sistema de vida cerrado, o llámelo como usted quiera, presas, depredadores y carroñeros son todos necesarios. Dotan de equilibrio al sistema, pese a que a ojos de los iletrados pueda parecer odioso o cruel, el sistema funciona porque existen todas las especies. Quite usted una de ellas y el conjunto entero colapsará. La sociedad es un ecosistema. Quite usted al subastero y flaco favor le hará al deudor, a quien estará usted condenando a la indigencia de por vida.
3. Por último, también es una obviedad lo que apunta el sr. Tristán y los demás. Queremos un estado de bienestar, pero lo pagamos a base de emitir deuda a largo plazo. En pocas palabras, en vez de pagarlo nosotros, se lo endosamos a nuestros hijos, que serán los que amorticen la deuda.
Si la España del año 2011 quiere un estado de bienestar, parece lógico que sea la España del 2011 quien pague las facturas, y que no sea la España de 2041 la que amortice el principal de las obligaciones del tesoro que se están emitiendo hoy. Claro que para ello, hay que subir los impuestos. Eso, o darnos cuenta de que el estado de bienestar es inasumible económicamente, apretarnos el cinturón y pagar las facturas de hoy con dinero de hoy, no de mañana.