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Vivir historia económica es complejo al momento de analizar, y sí, no todos los años son tan memorables para la economía como lo será el 2020. Es una enorme dificultad porque la crisis se vive en tiempo real y ésta es muy diferente al resto que han ocurrido en las últimas décadas, ello porque no es al interior del sistema económico en donde se origina, es en el sistema de salud.

En 2008 la crisis se deriva de múltiples fallas en los sistemas financieros que no se quisieron analizar con detalle, varios de los cuales fueron ponderados e incluidos en los últimos acuerdos de Basilea para reforzar al sistema bancario mundial. Aunque la crisis fue gravemente profunda, es explicado desde una falla a partir de la demanda agregada, y como en otro tipo de crisis, se intentó corregir a través de un estado queriendo inyectar dinero a agentes económicos. Sin embargo, esta pandemia ha desafiado mucho de lo que entendemos acerca de cómo atender una crisis.

La crisis se empezó a detonar desde que una potencia industrial y pieza clave en muchas de las cadenas de producción, como lo es China, fue tomando restricciones para cuidar a su población. Ello aunado a que diferentes agentes detuvieron sus importaciones del país asiático, y empeorado cuando las relaciones comerciales fueron volviéndose insostenibles por la propagación del virus.

En ese momento se visualizaba un panorama complejo para el 2020, pero no se empezó a discutir la relevancia mundial del virus hasta que tuvo sus primeros brotes en Italia, y así como China, fue Italia el país que cerraba acuerdos comerciales. Rápidamente estas medidas fueron sumándose por Europa, se restringieron vuelos comerciales, el turismo internacional se fue frenando, y en un periodo relativamente corto nos dimos cuenta que el virus acababa de tomar un peligro que se volvía incontenible.

La consecuencia económica en esas naciones comenzaba siendo una contracción económica desde la oferta, porque inmediatamente no era la población que se había quedado sin recursos, eran las empresas que cerraban temporalmente sus operaciones y no podían continuar ofreciendo productos y servicios. El efecto en cadena fueron los despidos e ir cortando la fuente de ingresos de una parte de la población. Pero la crisis también se debe leer entendiéndose el panorama de salud. Los directamente perjudicados con los recortes han perdido su fuente de ingresos, por lo cual su capacidad de gasto y consumo se contrae. No obstante, incluso los que han mantenido su empleo y sus ingresos, ese dinero no levanta la economía porque al existir cuarentenas y medidas de restricción, a pesar del ingreso disponible, no hay la posibilidad de salir a distintos comercios para consumir.

Otras crisis, a pesar de la caída de varias empresas, estaban abiertos los establecimientos para que quienes no han sido directamente afectados puedan consumir y revitalizar la economía. Este caso es diferente, porque hay una estricta restricción física a estos mercados. Por así decirlo, un restaurante de comida para llevar, una parte de su ingreso depende de la gente que pasa frente a él, lo ve y decide consumir, si la gente tiene restringido pasar por ahí, entonces no hay forma de contener la caída.

Como mencioné al principio, la crisis económica originada por esta pandemia posee condicionantes que le vuelve única, pero que podrá ser mejor estudiada. La crisis de influenza H1N1 en 2009 no se alcanzó a saber su impacto en la economía porque surgió durante la crisis inmobiliaria, volviendo indistinguible su impacto sobre la caída que ya ocurría en el mundo.

Estaré publicando entradas a diario acerca de éste con relación al mundo y las políticas adoptadas por México, que por el momento han decidido no implementar políticas fiscales contracíclicas.

 

David Abraham Ruiz Ruiz

Licenciado en Finanzas por la Universidad de Sonora

Correo: [email protected]

Twitter: @Ruiz4D

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