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Martes 8 de noviembre de 2016, faltaba poco para la medianoche y como la Cenicienta, muchos partidarios de la Sra. Clinton salieron del salón de fiestas antes de que el carruaje se transformara en calabaza.

 

Donald Trump, tenía los números a su favor y la ventaja era irreversible. Pocos días después, todavía con la resaca de la incredulidad el Presidente electo Trump, comenzó a sentar las bases para desarrollar en su mandato una política fiscal expansiva con la finalidad de estimular el crecimiento de su país. Desde su campaña presdiencial había mencionado la prioridad de elevar el gasto gubernamental en infraestructura, también se focalizó en la disminución de impuestos corporativos, habló sobre la desregularización y la inyección de incentivos a la inversión y producción en Estados Unidos y gritó hacia los cuatro puntos cardinales que lograría que EEUU regresara a ser una potencia exportadora, todo esto con un lienzo de fondo que sería el  establecimiento de aranceles a las importaciones de países con los que EEUU tiene déficits comerciales.

 

Hace algunas semanas el presidente norteamericano anticipó que su proyecto fiscal lo presentaría durante esta semana y la próxima. Todavía no sabemos con certeza los puntos finos de lo que implementará. Pero con lo que se ha visto hasta el día de hoy la propuesta de Trump podría contener lo siguiente:

 

Reducción a la tasa de impuestos sobre ganancias empresariales.

 

La tasa vigente en EEUU equivale a un 35%. La propuesta que presentaría Trump, podría disminuir hasta un nivel del 20%. Lo anterior, apuntalaría un incentivo para que el capital se mueva hacia la inversión productiva en lugar de que los capitales se trasladen (como actualmente funciona) hacia bienes raíces o el mercado de valores. Lo que compensará esta disminución en la captación de impuestos será la consolidación de un crecimiento en la producción e inversión en Estados Unidos, no sólo eso, muy probablemente irá de la mano con incentivos para desregular trabas ambientales, financieras, entre otras.

 

 

Impuestos a filiales en el extranjero de empresas norteamericanas.

 

Esto implicaría que las ganancias fuera de EEUU por las empresas estadounidenses fueran regresadas a suelo norteamericano sin pagar ningún impuesto adicional a los que ya tributaron en los respectivos lugares de operación. Adicionalmente las ganancias que se obtuvieron con anterioridad fuera de EEUU se sujetarían a un impuesto único de que algunos especialistas ponen en un nivel de 10%.

 

 

Impuesto en la frontera con México.

 

Básicamente con esta acción se fomentaría que se compraran insumos dentro de los Estados Unidos, de esta forma las compañías que importan bienes no tendrían la oportunidad de deducir el costo de esas importaciones al momento de calcular sus ganancias. Por ejemplo, con unas tasa de impuestos corporativos del 20%, significaría un impuesto de importación del 20%. Pero, las compañías que exportan podrían excluir las ganancias de sus ventas al exterior de la renta que tributan, lo que representaría una ayuda de 20% a las exportaciones.

 

 

Este portafolio de cambios en materia fiscal, sin duda tendrá poderoso impacto positivo en la economía de nuestro vecino, al menos en el corto plazo. Aunque muchos especialistas ya debaten sobre beneficios sostenibles a lo largo de los años, sobre todo haciendo énfasis en la falta de competitividad que existe en las compañías estadounidenses, el píe de donde más cojea EEUU es la fortaleza actual de su moneda que los encarece contra otros países que han abarato sus costes de producción por simple depreciación cambiaria.

 

Al parecer el partido republicano entiende que este tipo de medidas representan intentar voltear un trasatlántico de un timonazo. No será fácil. Este proceso será lento y con riesgos, uno de ellos es el elevado nivel de endeudamiento público que tiene el gobierno. Esto pone a México debajo de la lupa porque las Cámaras de representantes norteamericanas podrían ver con buenos ojos un tipo de impuesto fronterizo, que, aunque de forma inicial no impactaría en la balanza comercial de Estados Unidos (tampoco en la de México), con el tiempo sería una importante fuente de recaudación que compensaría menores ingresos por la reducción en la tasa del impuesto a empresas. Todo indica que el proyecto del partido republicano plantea algo parecido a un IVA en la frontera, lo que no viola los acuerdos que existen en la Organización Mundial de Comercio.

 

¿Cómo inciden en México los cambios tributarios en Estados Unidos?

 

Todo cambio en la política tributaria de Estados Unidos provocará que el termómetro del tipo de cambio se sobrecaliente. Cualquier proyecto que disminuya impuestos, presente desregulaciones, y sobre todo, presente candados a las importaciones provocará un escenario con inflación en aumento y esto hará que la Reserva Federal acelere el alza de tasas de interés. En consecuencia el USD se apreciará en los próximos meses contra la mayoría de las monedas.

 

No sólo eso, si el proyecto incuba un apartado donde se diferencien las tasas dependiendo de las actividades empresariales que tienen su origen en importaciones o exportaciones (lo cual es un ajuste impositivo fronterizo), el peso mexicano se presionará de forma importante por las afectaciones al comercio exterior.

 

El hecho es sencillo, un ajuste fronterizo, generará en el corto plazo que las exportaciones norteamericanas se abaraten y las importaciones se encarezcan, aunque al paso del tiempo estos precios se ajustarían a las condiciones iniciales a través de una apreciación del dólar. El gobierno mexicano se está curando en salud y ha mencionado que si estas imposiciones tributarias sólo son para lo que México vende hacia EEUU, aquí también se ejecutarían medidas similares hacia las importaciones de Estados Unidos, aunque si el ajuste en la cotización del dólar no se da de forma rápida se generaría un efecto negativo en las exportaciones mexicanas.

 

Los caminos que puede tomar esta maraña de proyecto es muy extensa, incluso si el plan de EEUU funciona podría ayudar a México por la fuerte relación en la cadena económica que ambos países tienen, pero, no hay nada parecido en el pasado, este proyecto fiscal también podría producir efectos negativos en México: Presión inflacionaria por la depreciación del peso; aumento en el servicio de la deuda pública y privada; elevación en el coste de financiamiento por el alza de tasas de interés y lo que ya hemos visto: Empresas norteamericanas que cierran sus inversiones en México por los  incentivos que Estados Unidos promueve.

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El gobierno mexicano tiene poco margen de maniobra para incentivar fiscalmente a la producción, los niveles de endeudamiento son altos pero por otro lado México tiene un amplio portafolio de incentivos a la inversión global que intentarían equilibrar las diferencias en impuestos con EEUU: sueldos y mano de obra competitiva; una de las más robustas redes de acuerdos comerciales con el mundo y ciertos sectores que han venido adquiriendo relevancia en nuestro suelo como el energético, aeroespacial, energético y sobre todo el automotriz.

 

Las cosas no son parecen ser fáciles, el mundo vive con incertidumbre.

 

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