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Un dogma se define como una premisa cuya validez se da por cierta y es de carácter innegable dentro de un campo de conocimiento. Su origen se remonta al vocablo griego «dokein», que significa «lo que se piensa es verdad».

En el campo económico existe un término muy particular que podría cumplir las características definitorias de un dogma, dada la generalización de su uso; me refiero al concepto de «recesión técnica».


La semana pasada, la Oficina de Análisis Económico del Departamento de Comercio de Estados Unidos de América (BEA, por sus siglas en inglés) dio a conocer la primera de sus tres estimaciones del Producto Interno Bruto (PIB), en la cual, la economía americana registraría una contracción interanual del orden de 0.9% en el 2T22.

Este dato se contrapone al crecimiento de 0.4% que preveía el consenso de analistas y, de confirmarse, dicha economía apuntaría su segundo trimestre consecutivo de descensos tras una caída de 1.6% en el 1T22, de manera que, habría caído en recesión técnica (Gráfica 1).

La concepción de recesión técnica no es nueva, data de 1974, cuando en un artículo del diario The New York Times, el economista Julius Shiskin prescribió una lista de reglas generales para definir una recesión, las cuales son:

  • En términos de duración, dura 9 meses o más, según lo medido por una reducción de las nóminas no agrícolas.

  • En términos de profundidad, incluye una disminución de al menos 1.5 puntos porcentuales en el PIB real que se extiende durante al menos dos trimestres (seis meses), y un aumento de la tasa de desempleo de más de 2 puntos porcentuales y a un nivel superior a los 6 puntos porcentuales.

  • En términos de difusión, más del 75% de todas las industrias sufren minoración en el empleo que dura 6 meses o más.

Según el mismo Shiskin, una economía saludable ve periodos de expansión a través del tiempo, por lo que 2 trimestres consecutivos de contracción de la actividad productiva sugieren que existen serios problemas de carácter subyacente. Fue entonces que esta definición de recesión se convirtió en estándar común a nivel internacional.

La realidad es que, bajo cualquier lógica, resulta bastante ambiguo y demás simplista calificar el estado de una economía considerando sólo un aspecto.

Pero ¿cómo podría definirse «correctamente» una recesión económica?


El término «recesión», por naturaleza, es en sí mismo complejo, dado que no es un fenómeno constante, pero, en términos generales, se trata de una fase más del ciclo económico, que se caracteriza por una desaceleración significativa, generalizada y persistente de toda la economía en su conjunto (Gráfica 2).

En el contexto de Estados Unidos de América, la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés), de manera no oficial, está reconocida como la autoridad responsable de fechar las recesiones a través de su Comité de Citas del Ciclo Económico.

La organización define una recesión de la siguiente forma:


Ahora bien, ¿qué características debe cumplir la economía para declarar que ha caído en recesión?

De acuerdo con el mismo organismo, no existe una metodología particular para determinar si una economía está en la fase recesiva o no; sin embargo, menciona que, hacen uso de los siguientes indicadores para basar su decisión: ingresos personales reales excluidos los recibos de transferencia corrientes, nóminas no agrícolas, gastos de consumo personal, ventas comerciales al por mayor y al por menor, cifras de empleo medidas por la encuesta de empleo de hogares y nóminas, y, producción industrial.

¿Cuánto dura una recesión?


Como mencioné anteriormente, los periodos recesivos no son constantes, por el contrario, son únicos y diferentes, tal es así que, a lo largo del tiempo, en la Unión Americana se han vuelto cada vez más cortos y menos frecuentes. Por ejemplo, entre 1880 y 1920, hubo 12 recesiones, en tanto, entre 1980 y 2020, se registraron solamente 6 recesiones.

Al 2022, el Pánico de 1873 ha sido la recesión más larga de la historia, durando poco más de un quinquenio, mientras que, la más corta, fue la suscitada a raíz de la crisis de COVID-19 en 2020, teniendo una duración de tan sólo 6 meses (Gráfica 3).

La gran pregunta, ¿Estados Unidos de América caerá en recesión?

Si bien identificar el inicio y el fin de una recesión es relativamente sencillo, predecir cuándo sucederá no lo es.


Basándome en los 4 indicadores del Índice Económico Coincidente del The Conference Board (CEI, por sus siglas en inglés), resumiría lo siguiente (Gráfica 4):

  • Hablando del ingreso personal real, claramente los salarios nominales han mostrado crecimiento, impulsados principalmente por las medidas de estímulo; no obstante, dada la tónica actual de la política monetaria, esperaríamos ver un estancamiento, cuestión que se ha manifestado con un enfriamiento del consumo personal real.

  • En cuanto a la producción industrial, los sectores de manufactura, minería y servicios públicos han mostrado una recuperación bastante sólida, pese a la baja demanda de empleo y el restablecimiento de las cadenas de suministro.

  • Del mercado laboral, las nóminas no agrícolas han estado mostrando una tendencia a la baja; el promedio de los últimos tres meses es de 375K, muy por debajo de los promedios de seis meses y doce meses, que se ubican en 457K y 524K, a correspondencia. Por otro lado, si bien la tasa de desempleo está en uno de sus niveles más bajos, no hay que olvidar que ésa siempre ha sido una característica del comienzo de las recesiones.

  • En lo que concierne a las ventas comerciales, la ralentización del gasto sugiere que la demanda podría seguir cayendo, al tiempo que la oferta iría estabilizándose (hecho que pudiera coadyuvar al control inflacionario).

Es claro que, en su mayoría, los indicadores se muestran resilientes; sin embargo, el panorama hacia delante sigue permeado de incertidumbre.

Por lo pronto, lo único que puedo asegurarle es que, se dé o no una recesión en los próximos meses, no faltará la vieja expresión:  

«Nadie la vio venir».

Se acordará de mí.

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