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Con los pies en la tierra

Hablando del mercado cambiario, al igual que el resto de los mercados financieros, se apunta a registrar uno de los periodos anuales más complejos y turbulentos de su historia reciente.


La fortaleza del dólar estadounidense, medida por el índice DXY, se sitúa en niveles no vistos desde principios de siglo (Gráfica 1).


Dicho dato parecería suficiente para evidenciar el episodio de corrección cambiaria por el que están pasando varios países del mundo.  

La realidad es que, por increíble que parezca, esta ocasión no se trata de un fenómeno generalizado, pues si bien las monedas duras atraviesan por uno de los peores momentos del siglo, registrando una depreciación acumulada anual promedio de 17.40% con respecto a la divisa estadounidense, las monedas de países emergentes pasan por uno de sus mejores momentos del siglo, cerrando la semana pasada con una apreciación promedio del orden de 3.42% frente al dólar estadounidense (Gráfica 2).

El peso mexicano, pese a figurar entre una de ellas, en la última semana, tomó protagonismo, dentro y fuera del gremio financiero, y no precisamente por su buen desempeño (nada despreciable), sino por el posible escenario de depreciación cambiaria que sufriría hacia el horizonte.


La discusión es aún más relevante si consideramos que al cierre del 21 de octubre de 2022 ya suman 19 semanas consecutivas en las que se ha apostado en contra del peso mexicano desde la Chicago Mercantil Exchange (CME), totalizando 22,300 contratos netos cortos por MXN $500K cada uno, en la última semana (Gráfica 3).

De darse tal escenario, la pregunta obligada es: ¿a cuánto se iría el dólar estadounidense? Pero, desde una perspectiva subjetiva, más que enfocarnos en un nivel, podríamos centrarnos en las causas y factores que, bajo el contexto actual, incitarían el debilitamiento de la moneda local.


Desde el punto de vista del inversionista, algo que caracteriza a los periodos inflacionarios es la predilección por el mercado de dinero; particularmente, los instrumentos que emiten los gobiernos.

Entendiendo lo anterior, los inversionistas buscarán, de entre todas las opciones, aquellas que les ofrezcan un premio justo, el cual estará relacionado directamente con el riesgo de incumplimiento (en este caso, del país).

Una de las herramientas más utilizadas para evaluar dicha variable es el Ranking de Vulnerabilidad de Deuda Soberana de Bloomberg. Los datos más recientes de esta métrica consideran a México y otras naciones del mundo como los países con la mayor probabilidad de impago (Figura 1).


Siete de los veinticinco países con el mayor riesgo de incumplimiento, en términos nominales, están pagando una tasa promedio de 12.06%, lo cual significa un spread de 881 puntos base con respecto a la tasa de 3.25% de la FED. En términos reales la cifra es muy diferente, estableciéndose en -4.40%, significando un spread de 653 puntos base con respecto al rédito de -4.57% de la FED (Gráfica 4).


Por su parte, las naciones con monedas duras, tanto en términos nominales como reales, presentan un diferencial más corto en comparación con la tasa de la FED, de -177 puntos base y -81 puntos base, respectivamente (Gráfica 5).

Esto explica el porqué ciertas monedas han mostrado mayor resiliencia que otras.

Ahora bien, considerando que las expectativas del crecimiento económico mundial se han ajustado a la baja y ante los indicios de un escenario estanflacionario en el continente europeo que, como se ha mencionado, podría culminar en una recesión, no podría ser descartado un escenario de “flight to quality”, en donde se privilegiarían a los instrumentos con la mejor calidad crediticia, de los cuales, ciertamente, en México, no ostentamos, conllevando así el intercambio de pesos mexicanos por dólares estadounidenses.

¿Será hora de ir despidiendo al «súper peso»?

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