Hablando de asesoría en materia de inversiones, algo que puedo afirmar (por lógico que suene), desde mi experiencia como profesionista financiero, es que más allá del perfilamiento, la estrategia o las condiciones del mercado, la atención de los clientes se centra únicamente en ver crecer su capital por pequeño o grande que sea.
Situándonos al primer corte de 2025 (un poco más), los grandes ganadores han sido hasta ahora 2; un metal precioso, el oro, y el Bitcoin (justamente, acuñado por algunos como el «oro digital»), con retornos de 27.69% y 26.39%, respectivamente. En contraste, los bonos (representado por el TLT) y el dólar estadounidense se han visto presionados por el contexto macroeconómico (puntualmente, inflación y tasas) y comercial, registrando retornos negativos de -2.37% y -9.23%. Y, por su parte, el mercado accionario ha tendido a mostrar un comportamiento si bien positivo, moderado, destacando los emergentes sobre los avanzados, con un retorno de doble dígito, 13.47% contra 9.85% (Tabla 1).
Concentrándonos únicamente en el dúo de los activos más sobresalientes, se sitúan prácticamente en niveles nunca explorados, el oro por encima de US$ 3K y el Bitcoin rozando los US$ 120K. (Gráfica 1).
¿Las razones? Si bien someramente ya lo mencioné en el párrafo anterior, se resume en su capacidad para resguardar valor (Bitcoin, con sus particularidades) en tiempos de alto desasosiego.
En la historia moderna, el oro ha sido el activo refugio por excelencia, basta con ver cuál ha sido su desempeño en los episodios más turbulentos, como el acontecido, por ejemplo, en la década de los 70’s, registrando una revalorización importante a razón de la crisis inflacionaria y del mercado de bonos que suscitada en Estados Unidos de América. Así también su capitalización respecto a la oferta monetaria mundial ha oscilado entre el 5% y más del 40% (algo inédito para alguna otra clase de activo), registrando una mediana de 15%. No obstante lo anterior, hace 10 años cuando el Bitcoin poseía un valor de mercado de US$ 5B, de constituir menos del 0.1% de una canasta valorada en US$ 6.8T, ahora con una valoración de US$ 2T, pondera el 8% de US$ 25T. En esa línea, considerando la tendencia actual de ambos activos, la relación se ha incrementado hasta niveles cercanos al promedio histórico (Gráfica 2).
Otro de los factores que le abona fortaleza al Bitcoin es su «institucionalización». A finales de 2024, el IBIT, el Fondo Cotizado en Bolsa (ETF, por sus siglas en inglés) de BlackRock se posicionaba en el top 10 de los ETFS más comercializados del mundo, ahora, a mediados de 2025, se ha convertido en el primer instrumento de su clase en alcanzar los US$ 80B (al tiempo que su activo subyacente se acercaba a los US$ 118B) en tan sólo 374 días, cuando al VOO o a ETFS ligados al oro les tomó aproximadamente un lustro (Gráfica 3).
Así también y no menos importante (al contrario), la reciente aprobación de la Ley de Orientación y Establecimiento de la Innovación Nacional para las Stablecoins de Estados Unidos de América (GENIUS Act), que, pese a su objetivo intrínseco de empoderar al dólar estadunidense a través del reconocimiento de las stablecoin como un medio legítimo de pago, constituye el primer marco regulatorio de tokens digitales en la Unión Américana, lo cual marca un precedente que podría ser replicable en otras partes del mundo y para otras subclases de activos digitales, hecho que promueve la certidumbre.
Ahora bien, remitiéndome al señalamiento inicial, ¿es momento de exponer o en su caso, sobreponderar Bitcoin en el portafolio de inversión de cara al 2S25?
Más allá de hablar sobre perspectivas (de las cuales, en parte, ya se habló) o de realizar estimaciones, hay que partir de los preceptos básicos de las finanzas.
Para empezar, independientemente del estatus de «refugio» que ha ido adoptando la moneda digital, en términos estadísticos, muy puntualmente de retornos, está muy lejos de asemejarse al oro y, por supuesto, al S&P 500.
Haciendo un análisis sencillo, en términos de tiempo comparables entre los 3 activos, considerando sólo los días en los que O no fue igual que L, significando que en algún momento de la sesión bursátil hubo alguna presión bajista, el Bitcoin destacó con la más baja, de -2.53%, contrastando con el -0.72% del oro y el -0.68% del S&P 500, ahora, hablando de los mínimos, nuevamente se posiciona con -17.77% frente a -6.19% del oro y -5.45% del S&P 500, y, en cuanto a los máximos, mientras que el oro y el S&P 500 registraron una caída inferior al 0.00036% y 0.00332%, a correspondencia, el activo digital registró -0.02% (Gráfica 4).
La descorrelación es otra de las propiedades estadísticas que los activos refugio deben cumplir que, si bien en la práctica no existe alguna dupla con una correlación perfectamente inversa de forma permanente.
Haciendo una comparativa tanto del Bitcoin y el oro con respecto al S&P 500, encontramos que el primero muestra una relación altamente volátil y errática con cambios abruptos de correlación positiva y negativa, mientras que el oro guarda una correlación con más estructura y tendencialmente negativa. Lo anterior se explicaría por la naturaleza de cada activo, pues la moneda digital es altamente especulativa y sensible, en tanto que el metal precioso es más estable (Gráfica 5).
Algo que irá sucediendo es que cuán más vaya avanzando el Bitcoin será que su volatilidad relativa va a ir disminuyendo, pero, por lo mismo y como se ha visto, se registran periodos de acumulación (estancamiento) prolongado seguidos de rallies exuberantes (Tabla 2).
Esto es muy importante considerarlo, pues si bien, como cualquier otro activo, respeta una ciclicidad, no lo hace de una forma tan definida, entonces, si se carece de un buen conocimiento del perfil y el horizonte de inversión, se podría incurrir en un costo de oportunidad innecesario sumamente alto.
Para culminar, y como ya es costumbre al hablar de criptomonedas, reafirmo mi convicción sobre su potencial y su capacidad para revolucionar las finanzas (principalmente por su arquitectura); sin embargo, hay que tener mesura, consciencia y conocimiento de lo que se está adquiriendo, pues al no contar con éstos, se convierte en una cuestión sin evidencia.