Agradezco esta nueva aportación al tema de la efectividaad de la hidroxicloroquina en el tratamiento ambulatorio de la COVID-19. Los resultados son contundentes, pero el artículo adolece, a mi modo de ver, de un par de grandes fallos.En primer lugar se trata de un estudio retrospectivo. Por mucha sagacidad que se ponga en la recogida de los datos y por mucha honestidad intelectual con la que se los procese, es inevitable que en un estudio de este tipo se incurra en sesgos. No creo que nadie acepte como concluyentes unos resultados así y, aunque los propios autores son conscientes de esas limitaciones, me extraña que la publicación haya dado el visto bueno al artículo en esas condiciones. Algo se me debe estar escapando.En segundo lugar, aun asumiendo la bondad de los resultados, no podemos atribuírselos en exclusiva a la hidroxicloroquina, dado que la terapia también incluía zinc y azitromicina. En fín, que me temo que no nos vamos a poner de acuerdo en este asunto.Pero antes de concluir me ha venido a la cabeza una idea maliciosa. Siendo Didier Raoult un infectiólogo francés que venía gozando, hasta hace poco, de enorme fama y reputación, se me antoja que sus ideas acerca del tratamiento de la COVID-19 con hidroxicloroquina deberían haber irradiado desde Marsella, su ciudad, a todo el pais galo. Pero dado que la mortalidad por COVID-19 en Francia está actualmente entre las más altas de la Europa occidental, una de dos: o la hidroxicloroquina no se usa, o se usa poco, en Francia, o se usa pero no funciona. En España, tras los hallagos de los efectos beneficiosos de la heparinización y de los esteroides en hospitales andaluces hace ya más de medio año, dicha terapia se ha ido adoptando en casi todos los centros de nuestro pais, con resultados buenos, al parecer. De hecho, la dexametasona se ha mostrado como el único fármaco, que yo sepa, que mejora el pronóstico vital de los casos de COVID-19 graves, y esto es ya de general aceptación en todas partes.Un saludo.