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Crisis en la cadena de suministro: el recuento de los daños en la economía mundial

La narrativa de la inflación ha permanecido en las primeras planas durante varios meses, un fenómeno que amenaza con enquistarse, al menos, por un par de años por delante, de acuerdo con la opinión vertida por expertos. Particularmente, el foco de atención a esta variable se atribuye a su trayectoria ascendente y, sobre todo, fuera de los objetivos impuestos por los Bancos Centrales (BCs). En el caso de México, la inflación se situó en 7.45% para marzo de este año, que estuvo por encima de lo previsto por los especialistas (7.3%). Por otro lado, Estados Unidos registró una cifra de 8.5% para el mismo periodo, también por encima de lo pronosticado (8.4%). Estos números están muy por encima de los objetivos del 3% en México, y 2% en Estados Unidos.
 
Desafortunadamente, la divergencia entre cifras reales y proyectadas ha sido una constante en meses consecutivos, sorprendiendo a los especialistas. Este comportamiento afecta el anclaje de las expectativas en el mediano plazo por parte de los BCs: los agentes económicos[1] no esperan que cesen los incrementos en los precios, y tomarán medidas al respecto para aminorar su impacto. Como respuesta, los BCs han actualizado sus creencias en términos del comportamiento de la inflación futura. Hace algunos meses, los BCs anticipaban una trayectoria ascendente temporal, cuya convergencia o retorno a sus objetivos prestablecidos se materializaría en un corto plazo. Ahora, los BCs prevén una inflación persistente en los próximos meses. Además, los BCs han elevado sus tasas de interés objetivo con el fin de frenar el alza en los precios. 
 
Ahora, ¿Qué hay detrás de este entorno inflacionario prolongado? Los expertos coinciden que las perturbaciones dentro de la cadena de suministro global, también referidas como dislocaciones, han impactado en la disponibilidad de materias primas e insumos intermedios y, en consecuencia, se han presentado repuntes en los precios de bienes y servicios finales. A partir del estado de emergencia por el coronavirus, una oleada de “cisnes negros”[2], eventos adversos inesperados, han hecho su aparición, desfasando y reajustando el entramado económico durante la marcha. Un ejemplo contundente, el conflicto Rusia-Ucrania, el más reciente “cisne negro”, ha obligado a los servicios logísticos a cambiar los planes de abastecimiento de algunos insumos a Europa, de vía terrestre a vía marítima, dado que los trenes solían pasar por territorio ruso.
 
Ineludiblemente, el reajuste económico se ha presentado tanto del lado de la demanda como el de la oferta. Por un lado, el cambio en las condiciones de vida de los habitantes, debido al problema de salud aún existente, han propiciado, a su vez, cambios tanto en la forma de satisfacer las necesidades como en la preponderancia en el consumo de ciertos bienes sobre otros: en el primer caso, verbigracia, la preparación y consumo de alimentos en el hogar en vez del consumo en restaurantes; en el segundo caso, verbigracia, el aumento en la demanda de materiales de protección, como cubrebocas, y bienes dedicados al trabajo en casa, como muebles. En los primeros meses, la demanda de la mayoría de los bienes duraderos cayó debido al recorte en los ingresos de los trabajadores. Por otro lado, la demanda online en bienes no duraderos en meses subsecuentes subió, impulsada por los apoyos gubernamentales y los trabajos temporales.
 
Para el caso de la oferta, los ceses temporales de actividades no esenciales instruidos por los gobiernos en los primeros meses de la pandemia, con la finalidad de minimizar sus estragos en la sociedad, provocaron una caída en la producción de bienes y servicios. Como respuesta, las empresas reajustaron sus procesos productivos y despidieron a algunos trabajadores. Por otro lado, el aumento de la demanda de otros bienes, que en tiempos pretéritos no eran indispensables, condujo a cambios inesperados en la cadena de suministro: los contenedores y otros recipientes dedicados a la transportación de materias primas y bienes intermedios[3] se ocuparon, en ese momento, para la distribución de equipo médico, vacunas, y bienes ocupados para atender la emergencia sanitaria. Asimismo, las compras de bienes y servicios para el hogar aumentaron de manera considerable, en los siguientes meses, por lo que más contenedores fueron enviados para satisfacer estas necesidades.
 
Posterior a la debacle económica registrada en el segundo semestre del 2020, las restricciones se levantaron gradualmente, ante una mejora temporal en las tasas de contagios y mortalidad por coronavirus; sin embargo, la puesta en marcha en la producción no fue sencilla, incluso algunas compañías tardaron en reiniciar sus operaciones. ¿A qué se debió esto? Primero, la falta de personal en el sector logístico, principalmente transportistas y personal en los puertos marítimos, dado el despido de personal y condiciones de explotación. Segundo, la acumulación de equipos de transporte en ciertos puertos, principalmente contenedores: algunos reportes señalaron que parte de los contenedores no fueron vaciados ante la falta de personal para transportar las mercancías a las compañías. Tercero, gran parte del equipo de transporte no retornaron a sus destinos de origen, y no hubo disponibilidad suficiente para satisfacer completamente la demanda de transporte de las empresas: en meses recientes, un número creciente de compañías chinas se han dedicado a la fabricación de equipo de transporte para cerrar esta brecha
 
En suma, estos factores contribuyeron a una menor disponibilidad de materias primas y bienes intermedios que ocupan las compañías para producir sus mercancías. Desde entonces, la escasez en insumos ha impulsado el alza en sus precios, y este efecto se ha transferido al precio de los bienes y servicios finales en meses posteriores. Aunado a esto, los costos de transporte han subido sustancialmente, en poco tiempo. Entonces, el quid de la inflación está del lado de la oferta, vía cadena de suministro: los factores claves son la escasez de personal y de equipos de transporte. Como factor adicional, algunos expertos han considerado que el sistema de producción just-in-time, adoptado por diversas empresas, han coadyuvado en la agudización de esta crisis: es un modelo caracterizado por 1) pocas o suficientes cantidades en inventarios, 2) suministros provenientes de fábricas lejanas, 3) entregas programadas en tiempos exactos, y 4) alta movilidad de los insumos. La carencia de recursos en logística ha vulnerado las bases de este sistema, y por ende, ralentizado la producción de bienes y servicios finales.
 
En el transcurso del año pasado, se presentaron cuellos de botellas en la cadena de suministro a causa de restricciones económicas adicionales ante el arribo de nuevas olas de contagios y muertes por coronavirus: la actividad económica se vio parcialmente interrumpida, mientras que la demanda se orientó a nuevas necesidades y continuó con su recuperación gradual, reflejada en compras online. Las consecuencias ya se han descrito. Para este año, las expectativas de los especialistas apuntaban hacia una actividad económica ininterrumpida y menores carencias en materia de mano de obra y equipo de transporte, primordialmente por las perspectivas positivas de la crisis de salud pública por coronavirus. Sin embargo, la invasión rusa a Ucrania y las sanciones impuestas a Rusia se presentan como nuevas amenazas para la economía mundial, ya que afectaría el suministro a sectores claves en la economía mundial: más retrasos, más cortes en el suministro de insumos. Por ejemplo, Rusia provee el 14% de total de fertilizantes ocupados a nivel mundial, y afectaría los precios de los productos cultivados en el campo.
 
En términos económicos, la curva de la oferta agregada se ha desplazado a la izquierda, ante una menor producción de bienes y servicios finales a raíz de la crisis citada, mientras que la curva de la demanda agregada se ha mantenido, prácticamente, sin alternaciones, ante la recuperación gradual en el consumo y los cambios en los hábitos de los consumidores para satisfacer sus necesidades. En consecuencia, se ha presentado un fenómeno denominado cost-push inflation, o inflación impulsada por costos. En este sentido, las principales causas que lo originan son 1) shocks, o choques, de oferta, 2) incrementos sustanciales en salarios, 3) devaluación o depreciación considerable de la moneda, 4) aumento en los impuestos. En el marco actual, el proceso inflacionario tiene eco en la primera categoría: los choques de oferta agregada ocasionan el desplazamiento del punto “e” al punto “a”, como se observa en la gráfica A, que implica un mayor precio (P1) y menor cantidad ofrecida (Y1). En el choque de oferta, hay diversos eventos que detonan el movimiento de la curva de oferta agregada: en nuestro caso de estudio es la crisis en la cadena de suministro.

Gráfica A. Desplazamiento de la curva de oferta. Fuente: learneconomics.co.uk
Gráfica A. Desplazamiento de la curva de oferta. Fuente: learneconomics.co.uk
 
Finalmente, ¿cómo se podría solucionar el problema de cost push inflation? La implementación de un mix de medidas de política monetaria y fiscal son cruciales para solventar el problema. Con respecto a la primera, un aumento gradual en las tasas de interés para reducir la cantidad de dinero circulando en la economía, dependiendo de la magnitud de la inflación. Por otro lado, la puesta en marcha de medidas fiscales enfocadas a la baja de los costos de producción, por medio de una reducción en impuestos, y el otorgamiento de subsidios y otros apoyos. Por último, otras medidas gubernamentales que fortalezcan los sectores estratégicos de las economías. Entre las medidas que diversos países desarrollados han implementado para resolver la crisis actual están 1) apoyos salariales, para atraer a cada vez más mano de obra en servicios logísticos, 2) apoyos económicos a sectores que producen equipo de transporte, 3) reducción de impuestos y subsidios para motivar la producción local de insumos y 4) el alza en las tasas de interés por parte de los BCs. En su conjunto, estas medidas no tendrán efectos inmediatos en la cadena de suministro, aunque se espera que produzca beneficios en los próximos meses. 
 
En conclusión, el panorama de la inflación luce aún lúgubre en el corto plazo. No hay certidumbre en 1) que los problemas en la cadena de suministro se resuelvan pronto, 2) que la inflación haya alcanzado su tope, 3) que los problemas de salud que han aquejado a la humanidad se terminen en este año, 4) que no existan otros eventos que afecten a la cadena de suministro. Por ahora, los gobiernos y BCs han puesto en marcha un compendio de medidas para atender las repercusiones económicas ya citadas, y aún no es posible determinar su balance final –ya sea positivo o negativo. A continuación, presento unas gráficas que confirman que la crisis en la cadena de suministro aún no se ha resuelto.

Gráfica B. Indice de costos de envío, 2017=100. Fuente: Haver Analytics.
Gráfica B. Indice de costos de envío, 2017=100. Fuente: Haver Analytics.


Gráfica C. Porcentaje de volumen cargado y descargado en puertos. Azul = cargado. Rojo = descargado. Fuente: UNCTAD.
Gráfica C. Porcentaje de volumen cargado y descargado en puertos. Azul = cargado. Rojo = descargado. Fuente: UNCTAD.


Gráfica D. Índices de distorsiones en la cadena de suministro. Fuente: Statista, con información del IMF.
Gráfica D. Índices de distorsiones en la cadena de suministro. Fuente: Statista, con información del IMF.
 
Referencias:
 

Notas a pie de página:

[1] Empresas, hogares, gobiernos.
[2] También conocidos como Black Swans.
[3] Artículos empleados para la producción de bienes y servicios finales. Por ejemplo, volantes, llantas y parabrisas para la producción de automóviles. 
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