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La economía compartida y sus aspectos esenciales

La gran mayoria conocemos y usamos, ya sea ocasional o regularmente, las aplicaciones digitales como Uber, DidiFood, Airbnb, entre otras. Tras bambalinas, la arquitectura económica, bajo la cual operan estas plataformas, se le denomina “economía compartida”, o sharing economy en inglés.

 Así pues, la economía compartida se define como un modelo de acceso a bienes, servicios e información por un tiempo determinado y sin que exista una propiedad en sí, de esta manera facilita el intercambio y satisface las necesidades de las personas al mismo tiempo que se utilizan los recursos tecnológicos apropiados para hacerlo.

Según Google Trends, la economía compartida comenzó a ganar popularidad en el verano de 2013, cuando empresas norteamericanas como Airbnb, RelayRides y Lyft surgieron en el escenario principal, desde entonces se ha vuelto muy popular a nivel mundial.

Asimismo, la economía compartida ha fomentado el emprendimiento, ya que ha dado pie a a nuevos negocios, a soluciones innovadoras, a mejores experiencias y a una mayor utilidad para los consumidores.

También, las empresas que ofrecen servicios compartidos proporcionan grandes beneficios a los inversores que tienen capital en ellas: por ejemplo, el caso de Kavak, una plataforma de compraventa de vehículos, que ha sido muy rentable en los últimos tiempos.

Sin duda, este modelo ha venido no sólo a revolucionar los mercados y optimizar el uso de recursos, sino también a establecerse como un sector importante, que contribuye en el Producto Interno Bruto (PIB) y en el empleo.

En el presente artículo, se hablará sobre dos aspectos fundamentales del sharing economy, la asignación eficiente de recursos y las estructuras de mercado bajo las cuales compiten estas compañías. 
 

Asignación de recursos

 
Primero, la economía compartida, bajo el esquema de una economía de libre mercado, ofrece nuevas alternativas de empleo de recursos infrautilizados u ociosos. 

El detonante que ha permitido su desarrollo es el rompimiento de un paradigma que ha predominado en la economía durante siglos: la migración de una economía de propiedad privada a una economía compartida de estos recursos. 

En otros términos, los bienes y servicios económicos se han granulado en pequeñas unidades disponibles en tiempo y espacio, potencializan su capacidad productiva a niveles impensables. 

Como ejemplo, pensemos en una habitación de una persona: en principio, el empleo de ese lugar sólo está contemplado para el individuo al que le pertenece bajo la lógica de la propiedad privada. 

Sin embargo, bajo el pensamiento de la economía compartida se considera que existe capacidad ociosa en el uso del cuarto dado que se puede rentar en aquel tiempo en el que no se emplee, y es a partir de esta lógica bajo la cual es posible obtener algún beneficio económico. 
 
En la economía compartida, por lo tanto, la oferta aumenta por esta fragmentación, y la mayor demanda de un producto o servicio se puede satisfacer a través de las plataformas digitales, pues se lleva la economía de mercado a un nivel superior de bienestar, es decir, la eficiencia en el mercado aumenta. 

En esta línea, los bienes y servicios ofrecidos en la economía compartida migran de productos privados a productos sociales, donde las plataformas digitales son el punto de partida para efectuar las transacciones económicas. 

Por ello, debemos identificar dos patrones importantes de la economía compartida: el primer elemento es reconocer que los oferentes mantienen el derecho sobre la propiedad del bien o servicio en cuestión, y el segundo factor es esclarecer que el oferente no cede los derechos de propiedad del producto al demandante sino exclusivamente su derecho de uso. 

Entonces, el foco de la economía compartida no es tanto la acumulación de bienes, sino la utilidad del producto o servicio para el usuario. 
 
Otro aspecto importante de la economía compartida, que permite la mejora en la asignación de recursos, es la construcción particular bajo la cual se sustenta el mercado digital en la economía compartida. 

Esta construcción se asemeja a una red en donde una gran plataforma digital se forma a partir de diversas subplataformas que atienden las necesidades de bienes y servicios de alguna localidad en donde se encuentren disponibles los servicios digitales. Es decir, se habla de una descentralización del mercado y de las transacciones económicas en él para conectar de forma más local con las necesidades de los individuos. 

En la arena de la producción de bienes y servicios, la economía compartida, a través de sus plataformas digitales, ofrece propuestas que facilitan el proceso productivo de diversos tipos de productos, de simples a complejos, ya que ayuda en la localización de espacios para la producción.

Por ejemplo, entiéndase la renta de lugares disponibles para establecer plantas productivas, en el empleo compartido de maquinaria y equipo cuando no se utiliza por los dueños de la misma, y en el uso del know-how de otras empresas para desarrollar sus procesos productivos. 

 

Estructura de mercado

 
En segunda instancia, La economía compartida ha abierto nuevos horizontes en la manera en la que pueden interactuar clientes y productores. 

Los oferentes están motivados a entrar en este mercado primero por el interés comercial que implica y por las oportunidades de ganancias que tienen, las cuales han tendido a expandirse en este tipo de competencia que ha tomado fuerza e importancia en la última década. 

La entrada en este tipo de modelo de mercado es relativamente más simple que en los modelos más tradicionales, por lo que puede haber más participantes en el mercado. 

Las estructuras de mercado pueden tomar formas diversas cuando la economía compartida está involucrada, pero para empezar se debe entender una estructura de mercado como la estructura específica que prevalece entre oferentes y demandantes. 

Las formas más comunes de estructura de mercado que se puede encontrar en la economía compartida son en primer lugar el oligopolio, y en segundo, la competencia monopolística, cada cual con características muy particulares. 
 
En el caso del oligopolio: 
  1. Pocas empresas tienen el dominio del mercado, 
  2. El producto puede ser diferenciado, y 
  3. Una empresa no tiene control absoluto sobre el precio. 

En este caso. Las empresas tendrían barreras a la entrada, sin embargo, para acceder a la economía compartida las empresas se van a encontrar con pocos obstáculos si se cuenta con los recursos y la tecnología necesaria para hacerlo. 

Un ejemplo, las plataformas de streaming de películas y series (Netflix, HBO, Amazon, Disney+), ya que:
  1. Un número limitado de empresas compiten en el mercado,
  2.  El contenido es diferente e, incluso, exclusivo de uso, y 
  3. Estas empresas no pueden imponer libremente los precios, y se basan en las estrategias de precios de sus competidores. 

Con respecto a la competencia monopolística, 
  1. Hay muchos productores y consumidores en el mercado y ninguna de las empresas participantes tiene dominio del mercado, 
  2. Hay pocas barreras de entrada y salida,
  3. Productos diferenciados, y 
  4. Las empresas participantes no tienen control sobre el precio. 

Verbigracia, las plataformas de “conocimiento”, como Datacamp y Coderhouse, donde se ofrecen clases y cursos especializados, cumplen con: 
  1. Ser muchas compañías que ofrecen sus servicios,
  2.  Tener la facilidad para entrar al mercado, en caso de contar con las herramientas digitales para la enseñanza,
  3.  Enfocarse en ciertos conocimientos especializados, y se publicitan, principalmente por medio de redes sociales, para diferenciarse de su competencia, y 
  4. Alinearse a los precios de sus competidores en caso de ofrecer cursos semejantes. 

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