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Es mayo del 2017, hace 102 años que Porfirio Díaz yace muerto y enterrado en Paris. Mi generación creció con la retórica de que hubo una vez un país gobernado por un dictador oaxaqueño, un lugar de grotesca fantasía donde ahora se encuentra México,  en ese reino de riqueza y explotación la injusticia reinó con la bendición de quienes gobernaban a la turba amodorrada por la misa dominical y el dulce néctar del maguey.

 

La historia nos patea la puerta y nos visita otra vez. Lejos quedaron los años de desgracias cocinadas por un minúsculo círculo de ex militares que gobernaron a México con valses vieneses de fondo en comilonas afrancesadas en Palacio Nacional. Nuestros problemas son diferentes pero con la misma estructura. México sigue siendo una fábrica de pobres e ignorantes.

 

La educación como madre de todas las virtudes es la gran ausente de este país, la mayoría de los connacionales tienen acceso a una educación ambigua y de escasa calidad. Durante décadas el sistema educativo se corrompió y se pudrió desde adentro; La docencia, esta profesión que los griegos veían con un aura de endiosamiento el país la mira con desconfianza y recelo, desde aquí el presente y futuro arrancan con el pie izquierdo.

 

La pobreza, la calamidad del hambre y la carencia de todo, incluida la esperanza, es el sello con el que fueron marcadas generaciones que esperaban no volver a ver bribones vestidos de gobernantes, lobos con piel de oveja que se disputan al electorado como si fuera carroña.

 

En palabras de Enrique Krauze, en 1910 El tigre despertó, y el país en forma de fiera tomó decisiones, lo hizo iracundo, igual hoy, ante tiempos de decisiones supura enojo por las heridas y cuando elegimos enojados, escogemos mal.

 

El Estado de México ha sido gobernando más de 80 años por el mismo partido político, la ruleta de los apellidos y consanguinidades le ha dado la vuelta una y otra vez al poder, en ese lugar ha reinado el mismo clan mucho más tiempo de lo que lo hizo Fidel Castro en Cuba o Muamar el Gadafi en Libia. Ante la oportunidad de sacar al avejentado partido de su trinchera histórica la alternancia parece seductora, pero cuando en el año 2,000 Fox sacó al PRI, la alternancia tampoco recortó la brecha entre democracia y desigualdad, la transición democrática en algún punto de la ruta colisionó, el Estado flaqueó y calló de rodillas, la alternancia se volvió en un turno y no en una alternativa, la posibilidad de que cualquier partido pudiera ganarse una gubernatura, diputación o cualquier cargo de elección popular volvió bastarda a la clase política que brinca de madre en madre a cambio de eternizarse en el poder, los partidos políticos se partieron y se olvidaron de los ciudadanos. En este vacío de autoridad, la delincuencia ganó espacio y simpatía, el crimen organizado y desorganizado se volvió rutina, la inseguridad y la nota roja se transformaron en circo y los narcotraficantes se volvieron héroes de telenovela, el crimen se hizo empresa de capital público y privado y muchos connacionales ven ahí una salida valida haciendo un trueque con la muerte por la ilusión de fortuna.

 

La ausencia de autocrítica partidista es un colosal cráter. Los cortes de caja que se hacen cuando un gobierno sale y otro entra rayan en lo absurdo, todos se limpian las manos en una toalla a la que ya no le cabe más mugre, el cinismo de la clase política duele sin importar de quien hablemos. El debate ideológico se murió, izquierda y derecha aquí y ahora ya son lo mismo, los dinosaurios y las corrientes renovadoras tienen el mismo molde, apellidos y sangre en las venas. Todos se ven tan iguales y hablan tan parecido, en las penumbras del compadrazgo, el intercambio de favores y tráfico de influencias nadie desentona.

 

Ante las boletas electorales que tendremos frente a nosotros, la duda hiere, la confianza flaquea, la fe se desvanece, la decisión se tomará desequilibrada por las emociones y no reflexionada con las razones, no es nuestra culpa. Toda la clase política nos falló.

 

Las calamidades no son pocas y el costal no puede seguir llenándose de más historias con finales tristes, quien gane tendrá que darle rumbo al futuro, porque parafraseando a Krauze, nadie quiere despertar al tigre.

 

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  1. Nuevo
    #1
    22/05/17 10:09

    Magistral!! Excelente reseña de nuestra vida política...