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 A lo largo de la historia, los seguros han cumplido una función importante para cubrir diversas contingencias. Ya en la Antigua Roma, se utilizaban seguros para cubrir accidentes y enfermedades, y los egipcios aseguraban hasta sus momias. Poco a poco fueron evolucionando hasta la actualidad, con nuevos productos que han facilitado el día a día de los ciudadanos, en algunos casos por imperativo legal y en otros como instrumento de prevención. 


La parte financiera de los seguros


 Lo que quizá mucha gente no sabe o, mejor dicho, no entiende, es que los seguros también son un instrumento financiero, al igual que un fondo de inversión, un depósito a plazo fijo, la hipoteca de nuestra casa o las acciones de compañías que cotizan en bolsa. De hecho, los seguros son uno de los tres pilares de los mercados financieros, junto con el mercado de crédito o bancario y los mercados de valores o de instrumentos financieros. 

 La actividad económico financiera de los seguros es aquella a través de la cual la aseguradora percibe unas primas que destina fundamentalmente a pagar la indemnizaciones a los asegurados o a quien corresponda. De este modo, se emplean los recursos económicos del conjunto de asegurados en aquellas situaciones de necesidad individual. 

 Para conseguir esto, las aseguradoras utilizan métodos actuariales para el cálculo de las primas e invierte estos fondos en los mercados financieros para obtener beneficios, mejorar las prestaciones a los asegurados y obtener mayor solidez como empresa. Eso sí, no lo pueden realizar de cualquier forma; las entidades aseguradoras están sometidas a control legal y tienen que realizar inversiones adecuadas para evitar caer en quiebra. 


Diferencia entre otros instrumentos financieros

 La diferencia fundamental entre los seguros y el resto de instrumentos financieros es que los primeros responden ante la ocurrencia de un evento, conocido comúnmente como siniestro, mientras que el resto de instrumentos financieros no suelen necesitar ningún evento particular para que el acreedor tenga que responder del capital. 

 No en vano, en los seguros participan los mismos actores que en el caso de otro instrumento financiero similar: por un lado, el asegurado, quien hace las veces de acreedor del pago de una contraprestación económica en caso de que se produzca el siniestro mediante una cantidad llamada prima; y, por otro lado, la aseguradora, que asume el papel de deudor, y que es quien satisface la prestación. 


Los seguros cómo alternativa a otros productos financieros


 En los últimos años, los seguros se han convertido en toda una alternativa a otros instrumentos financieros e, incluso, a la propia acumulación de dinero por motivo precaución, ya que en algunos casos son más eficientes. Por ejemplo, la contratación de un seguro de vida es mejor que ahorrar todo el dinero que se necesitaría en caso de muerte. 

 En un seguro, tan solo es necesario pagar la prima para recibir la suma asegurada que se haya pactado con la aseguradora cuando el siniestro suceda. Conseguir todo ese capital exigiría un ahorro difícil de obtener en condiciones normales, y no sería nada eficiente cuando ya existe un producto que está ideado para cubrir esta necesidad. 

 Por ejemplo, imaginemos que contratamos un seguro de vida con un capital de $2,000.000 en caso de fallecimiento del titular, que irá a resarcir a los beneficiarios, en este caso, sus hijos. Si tuviésemos que ahorrar todo ese dinero para cubrir a nuestra familia en caso de que ocurra el fatal desenlace, tendremos que acumular todo ese capital en un periodo de tiempo determinado, pongamos 20 años. Es decir, necesitaríamos ahorrar $100,000 todos esos años (unos $8,300 cada mes) cuando la prima de un seguro de vida puede estar en la mitad de lo que tendrías que ahorrar por tu cuenta. 

 En algunos casos, además, los seguros compiten por los recursos de los ahorradores con otros instrumentos de inversión. Este es el caso de los seguros de ahorro, que invierten las primas en los mercados de capitales para obtener una rentabilidad. 

Dato extra: Los seguros de vida no sufren retención del SAT, así que podrás estar seguro/a que tu familia obtendrá la suma asegurada sin tener que pagar impuesto. 



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