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¿Reinfección?

El Producto Interno Bruto (PIB) de México registró un aumento de 5% a tasa anual con cifras ajustadas por estacionalidad durante el 2021, de acuerdo con la Estimación Oportuna del Producto Interno Bruto Trimestral (EOPIBT) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).


De confirmarse dichos datos en las cifras originales que serán publicadas el próximo 25 de febrero, el PIB Total se ubicaría -3.8% por debajo del nivel prepandemia (2019). Por su parte, las actividades primarias serían las únicas que ya se encuentran creciendo frente al 2019, en el orden de 3.1%, mientras que las secundarias y terciarias registrarían una brecha de -4% (Gráfica 1).

Pero ¿cómo pinta el 2022? ¿Mejorarán nuestros números o se trata de algo asíncrono? Comencemos de lo general a lo particular.

Enero, desde el punto de vista económico, cierra con un sentimiento sesgado a la baja, por dos variables principales: Ómicron y las tensiones geopolíticas en Europa Oriental.  

Al hablar de la primera es hablar de la continuidad de este episodio pandémico que continúa vigente desde hace casi 2 años, y que, desde luego, sigue causando afectaciones en la economía, viéndose reflejadas en diferentes ángulos, como por ejemplo, perdurabilidad de las disrupciones en las cadenas de suministro, escasez de productos perecederos en los supermercados e hipermercados de la Unión Americana, y baja movilidad por la implementación de restricciones (principalmente en China, nación donde se impuso la política «cero COVID») o por autoconfinamiento (como en México), que, en conjunto, anticipan ralentizaciones en el sector terciario, el cual sigue siendo el más afectado.

Sobre la segunda, el posible estallido de un conflicto bélico entre Rusia y Ucrania traería consigo pérdidas humanas, migración e incertidumbre en los mercados energéticos, ante una posible interrupción del suministro de gas en el viejo continente.

Y, por si fuera poco, ambos factores repercuten directamente en la inflación

En línea con lo anterior, no está de más recordar que en el corto plazo presenciaremos un reacomodo de la política monetaria internacional, hecho que fue confirmado por la FED la semana pasada. Sin embargo, como le he externado en este espacio, es imprescindible que exista una comunicación transparente y ordenada acerca de cómo se irá dando este proceso, con el objeto de evitar un descontrol de los niveles de endeudamiento en los mercados emergentes como consecuencia de efectos cambiarios.


Por lo tanto, nos podemos percatar que la recuperación económica ya cedió y comienza a presentarse una fase de estancamiento que podría culminar en una desaceleración generalizada. Razón suficiente por la que las proyecciones de crecimiento económico medido por el PIB de 2022 fuesen ajustados a la baja en lo que corresponde a la primera revisión del año (Gráfica 2).


En nuestros lares, cada vez es más común escuchar que estamos ante un periodo recesivo. Si bien la economía mexicana suma dos trimestres consecutivos de contracción, que, en términos teóricos, podría acuñarsele como recesión técnica, al enfocarnos en el sentido estricto de la definición, vemos que existe heterogeneidad en las condiciones económicas, ya que, como se mostró al inicio, la actividad agropecuaria prosigue en una fase de expansión, reflejándose en las exportaciones, pero, al mismo tiempo, tanto la industria manufacturera como el sector servicios, muestran ralentización, que podría explicarse por choques de oferta y los efectos de las subcontrataciones, respectivamente, concluyendo entonces que por ahora no lo hay.

No obstante, es importante recalcar que el panorama nacional hacia el corto y mediano plazos no es alentador (Gráfica 3). Las expectativas de los niveles generales de precios y la política pública son sólo algunos factores que repercutirían sobre el dinamismo del consumo y la inversión, respectivamente.

Todo parece indicar que la economía, en efecto, está reinfectada de COVID-19, por lo menos hasta la primera mitad del 1T22.

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