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Visión hawkish

Desde que comenzó el proceso de normalización monetaria en nuestro país, la Junta de Gobierno del Banco de México (Banxico) ha sido escenario de un fuerte debate en torno a en cuánto y cada cuándo debería incrementarse la tasa de interés. Si bien la discusión y disidencia deben premiar en un órgano colegiado como lo es el de la banca central, es imprescindible que en todo momento exista claridad y transparencia sobre el porvenir de la política monetaria, aunado a que cada decisión sea vista como consenso y no disruptivamente.

El pasado 10 de febrero tuvimos reunión de política monetaria, la cual no sólo tomó protagonismo por su misma naturaleza y las implicaciones que tiene, sino también por tratarse de la primera que presidiera una nueva gobernadora.

Como le he expresado en este espacio, la implementación de una política monetaria restrictiva resulta la mejor alternativa de solución bajo el actual ciclo económico, pues pese a que la recuperación económica se ha ralentizado, el enfoque del Banxico debe enfocarse en evitar la formación de precios de segundo orden, dado el origen de la inflación, lo que dará como resultado un mejor control de precios en el mediano plazo.

Dicho lo anterior, ¿en cuánto se ajustó la tasa y, sobre todo, qué opinión le mereció a la gobernadora Victoria Rodríguez Ceja?


Cuatro de los cinco integrantes de la Junta de Gobierno, incluyendo el voto de la gobernadora, optaron por incrementar en 50 básicos la tasa de interés, para dejarla en 6.0%, significando el sexto movimiento de este ciclo alcista que acumula 200 puntos base, y, el segundo de una magnitud de medio punto porcentual (Gráfica 1).

El tono hawkish de esta decisión no sólo reafirma la credibilidad del Banxico en su compromiso de controlar la inflación, sino también brinda certidumbre a los mercados financieros en torno a la nueva comandancia de la autoridad monetaria.

Ahora, ¿qué podríamos esperar de las próximas decisiones de política monetaria?


En su balance de riesgos, el Banxico consideró para esta decisión la evolución de la pandemia, las tensiones geopolíticas, el apretamiento de las condiciones financieras, y, una mayor magnitud y duración en las presiones inflacionarias; lo que conllevó a que las expectativas para 2022 y 2023 se revisaran al alza (Gráfica 2).

Las lecturas de inflación más recientes (enero) reflejan que la inflación general continúa desacelerándose por segundo mes consecutivo, situándose en 7.07% a tasa anual; sin embargo, la inflación subyacente, el componente clave en la conducción de la política monetaria, sigue subiendo, registrando una variación mensual de 0.62%, la más alta en veinte años. En línea, la inflación en los Estados Unidos de América continúa acelerándose, ubicándose en el primer mes del año en 7.5% interanual, el nivel más alto registrado desde febrero de 1982. 

Lo anterior no da tregua al Banxico para no continuar fortaleciendo su lucha contra la inflación, realizando nuevamente un incremento de 50 puntos base en la siguiente reunión de política monetaria, programada para el próximo 24 de marzo, y, más aún, si se cumplen los pronósticos que ubican a la inflación americana en 7.7% interanual en febrero. No obstante, a partir de ahora deberá ser más rigurosa y alineada con la retórica de la FED.

Mientras tanto, el consenso de analistas anticipa que la tasa de interés se sitúe en 7.0% al cierre de 2022, aunque hay quienes la visualizan en 7.75%. 

Aún nos falta mucho por aprender de este siniestro y sin precedente episodio inflacionario que nos acecha a diario.

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