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De preguntarme cómo resumiría al 2022, lo haría con tres palabras: «el año inflacionario».


Y no exagero, basta con que revisemos la trayectoria del nivel general de precios del G20.  

Al corte de octubre de 2022, la tasa inflacionaria anual se situó en 9.5%; significando el registro más alto desde la conformación del grupo (Gráfica 1).


En línea y como respuesta a lo anterior, durante el 2022 atestiguamos uno de los ciclos de restricción monetaria más firmes de la historia reciente, ubicándose las tasas de interés en niveles que no se habían visto en los últimos años.  

La tasa de fondos federales de la FED, por ejemplo, se sitúa en el rango objetivo de 4.25 – 4.50% a diciembre, cuando a principios de año se encontraba entre un rango de 0.00 – 0.25%, lo que implicó un incremento de 425 puntos base en tan sólo 9 meses, algo inusitado (Gráfica 2).


Ante el alza de tasas de interés, naturalmente, las Bolsas han reaccionado de forma negativa, dados los efectos sobre las valuaciones.  

El mercado bursátil global, medido por el MSCI World Index, presenta un balance acumulado anual de -19.36% al corte del 16 de diciembre, con lo cual se apunta a registrar su tercer peor año en lo que va del siglo (Gráfica 3).


Por su parte, los bonos también han resentido el ciclo de endurecimiento monetario.  

Tomando como referencia el Índice AGG, al corte del 16 de diciembre, se encamina a mostrar su peor retorno anual desde su creación, con una minusvalía acumulada de -11.11% (Gráfica 4).

En síntesis, no ha sido el mejor año para la economía y los mercados.

Ahora, la gran pregunta: ¿la historia cambiará en 2023 o será un poco más de lo mismo?

Si bien la pregunta no se limita a una sola respuesta, todo dependerá de una variable, la inflación. Bajo el contexto actual, cuán más se desaceleré, la economía y los mercados mejorarán, y, cuán más se acelere, la economía y los mercados empeorarán. Simple, ¿no? Infortunadamente, no.


Primeramente, recordemos que la crisis inflacionaria actual se originó y ha ido exacerbándose por dos eventos no económicos, la pandemia de COVID-19 y la invasión de Rusia en Ucrania.  

En ese sentido, no hay región del mundo que esté o haya quedado exenta de la espiral inflacionaria; no obstante, cada región vive una espiral inflacionaria diferente, y, por ende, el manejo, los alcances y efectos de la política monetaria y fiscal son distintos (Gráfica 5).


Dicho lo anterior, hoy, tanto autoridades gubernamentales como monetarias viven en un dilema sobre cuánto más y hasta cuándo flexibilizar o atesar (según corresponda) las condiciones financieras, asegurando dos cosas: el control inflacionario y la salvaguardes de la economía.

La realidad es que, de acuerdo con los pronósticos más recientes, tomando como base los correspondientes al último informe «Perspectivas de la economía mundial» del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía mundial, medida por el Producto Interno Bruto (PIB), se desacelerará 2.7% en el 2023 tras haber registrado un crecimiento de 3.1% en el 2022. Bajo esa misma tónica, se prevé que los países que representan aproximadamente un tercio de la economía mundial registrarán durante dos trimestres consecutivos una contracción del PIB real entre el 2022 y el 2023, situación que los pondría al hilo de caer en recesión (Figura 1).


¿Cómo actuar ante este panorama? Partiendo del punto anterior, será importante sintonizar las proyecciones de la tasa de fondos federales de la FED, pues a partir de ahí podremos evaluar cuánto tiempo más se mantendrían las tasas de interés en niveles elevados (particularmente en las economías avanzadas), y, por consiguiente, cuándo y a qué costo (económico) la inflación convergería hacia su rango objetivo

Los datos más recientes del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) reflejan que, contrario a lo que pensaba el consenso, continuaríamos observando tasas más altas para los próximos 3 años (Gráfica 6).


En lo que a las economías emergentes refiere, enfáticamente, las latinoamericanas, dado que fueron las primeras en comenzar con los incrementos de tasas, se esperaría que fuesen las primeras en estabilizar y posteriormente bajar sus réditos referenciales, siempre y cuando la inflación verdaderamente converja hacia su nivel objetivo (Gráfica 7). Esto, por regla general, elevaría el atractivo del mercado de renta variable, pero al mismo tiempo, podría ocasionar episodios de depreciación cambiaria, que, de no gestionarse correctamente, repercutiría en la estabilidad macroeconómica de la región.

Resumiendo. Desde un punto de vista estrictamente económico, el 2023 será el escenario de la reconfiguración financiera y fiscal. Y, desde un punto de vista estrictamente bursátil, el 2023 será, por mucho, el año del value investing y la planificación a largo plazo.

Quiero aprovechar las últimas líneas para desearle a usted y a sus seres queridos una maravillosa Navidad, deseando que el amor, la dicha, el éxito, la paz y la salud le colmen siempre.

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