No encuentro algo nefasto en querer tener una fortuna, pero la manera más segura de formar un robusto patrimonio es trabajar. Adicional a eso, podemos poner nuestro dinero en un lugar donde tendremos la oportunidad de seguirlo acrecentado. ¿Dónde? La Bolsa. Invertir en la Bolsa es un concepto un poco ambiguo. Hay que entender muy bien cómo funciona antes de tomar la decisión.
Es una frase que tú y yo usamos de forma común para ejemplificar que la lejanía entre personas, tiempos y lugares es una ilusión, porque al parecer todo es mucho más próximo de lo que imaginamos.
La inquietud en tono de queja del Ingeniero era porque me aseguraba que la labor de un buen asesor de inversiones era saber el futuro de los acontecimientos económicos y en consecuencia, adivinar cuáles eran los activos de inversión que premiarían al inversionista con el mayor rendimiento sin ningún riesgo.
Quiero un rendimiento seguro, alto y de corto plazo. Esta frase utópica que tantas veces he escuchado de personas deseosas de convertir sus ahorros en fuente eterna de inagotables recursos conlleva una búsqueda de eternos desencuentros entre la realidad y la fantasía. El Santo Grial de los inversionistas es encontrar la fórmula que permita tener lo mejor de todos mundos posibles.
Fue la frase lapidaria con la que coronó mi cliente una conversación telefónica que mantuvimos por más de una hora. Eran los meses finales del año 2009. La historia de los mercados financieros de aquellos años la sabemos casi todos. Después de una carnicería que redujo la mayoría de los índices accionarios en el mundo a casi la mitad de su valor, empezó un proceso de recuperación