El auge de los activos alternativos se ha convertido en uno de los mayores cambios estructurales en la gestión de inversiones de los últimos treinta años. Fondos universitarios (endowments), aseguradoras, fondos soberanos y grandes instituciones financieras han transformado la composición de sus portafolios, sustituyendo gradualmente una parte significativa de las acciones y los bonos por inversiones en capital privado, crédito privado, inmuebles no cotizados infraestructuras. La principal causa de este cambio masivo de flujos fue gracias a la influencia de David Swensen quien gestionó con mucho éxito y muy buenos retornos el Endowment de la Universidad de Yale. Parte de ese éxito, que muchos quisieron copiar, se debió a la inclusión de activos alternativos y otros no cotizados.
Esto no sólo modificó la manera de invertir, sino que impulsó la aparición de gigantes globales especializados en administrar este tipo de estrategias. En la última década estos gestores, entre ellos Blackstone, Brookfield, KKR, Apollo, Ares o EQT, se convirtieron en conglomerados financieros con modelos de negocio multimillonarios y multinacionales, apoyados con los ingresos recurrentes provenientes de comisiones de gestión, incentivos por desempeño (comisión de éxito) y estructuras altamente escalables.
El ETF VanEck Alternative Asset Manager ETF (GPZ) nace como una respuesta directa a este fenómeno. El fondo, creado el 4 de junio de 2025 y listado en NYSE Arca, ofrece acceso líquido y cotizado a este grupo selecto de empresas cuya actividad central es gestionar activos privados a gran escala. GPZ replica el MarketVector Alternative Asset Managers Index, un índice que incluye únicamente compañías cuyo negocio principal es la gestión de activos alternativos y que cumplen criterios estrictos de capitalización bursátil, liquidez y pureza del modelo de negocio. El ETF mantiene un gasto total de 0.40%, con un acuerdo vigente de tope de gastos al menos hasta 2027.
GPZ: La inversión en el motor financiero (La "Economía de los Fees")
El objetivo de GPZ no es replicar directamente los retornos de los activos privados, lo cual exigiría vehículos ilíquidos y compromisos a largo plazo, sino capturar el crecimiento estructural del sector a través de las compañías que lo operan y que cotizan en su mayoría. Esta distinción es crucial. El inversor no está comprando empresas privadas, edificios, carreteras o préstamos directos; está comprando el motor financiero que los administra. Se trata de una exposición a la “economía de los fees”: comisiones recurrentes sobre activos bajo gestión y comisiones variables cuando los fondos generan retornos sobresalientes. En otras palabras, GPZ permite invertir en el crecimiento del ecosistema de activos alternativos sin las barreras de entrada, los compromisos ni la iliquidez que caracterizan a los vehículos tradicionales de private equity, crédito privado o infraestructuras.
La economía real detrás de los activos alternativos y por qué importa
Los activos alternativos se definen por su carácter no tradicional, su menor liquidez y su dependencia de estrategias especializadas. Este universo abarca desde private equity, venture capital y crédito privado, hasta inmuebles institucionales, infraestructuras, transporte, hedge funds y recursos naturales.
Los alternativos no son un solo bloque; son un conjunto diverso de estrategias con diferentes fuentes de retorno, distintos niveles de riesgo y horizontes de tiempo más largos que los activos públicos que cotizan.
Ventajas históricas y el "Gran Salto" institucional
Otra de las razones en el crecimiento de su popularidad es que ofrecían tres ventajas críticas para los grandes inversionistas. La primera era el potencial de retornos superiores, sustentados en la capacidad de comprar compañías, activos reales o préstamos con descuento, mejorarlos activamente y venderlos después con ganancias. La segunda era la diversificación, ya que sus valoraciones no dependían exclusivamente de los movimientos del mercado accionario o de los tipos de interés. La tercera era la prima por iliquidez, es decir, la compensación que los inversionistas obtienen por mantener su capital comprometido durante muchos años. El resultado fue un cambio masivo en la arquitectura de los portafolios institucionales, que se puede observar en la tabla histórica de NACUBO: la asignación a activos alternativos pasó de apenas 4% en 1986 a casi 60% en 2019, un salto extraordinario en tan solo tres décadas.
Sin embargo, el éxito inicial de los alternativos sembró también las semillas de un problema estructural: el atascamiento (“crowding”). En la siguiente gráfica podemos ver que las décadas previas a la crisis financiera global muestran un periodo conocido como la “Golden Age of Alts”, con retornos anuales en exceso muy superiores al 60/40 tradicional. Pero después de 2008, cuando la industria se volvió masiva y el acceso se democratizó, los retornos excedentes se volvieron modestos e incluso negativos en varios años.
Conforme el número de gestores y el volumen de capital aumentó, la curva de exceso de retornos descendió desde niveles de +4% o +5% anualizados hasta tocar prácticamente cero, lo que indica que la capacidad de generar alfa se diluyó. Tal y como he explicado muchas veces, si el pastel se tiene que repartir entra más jugadores, entonces los retornos disminuirán hasta que deje de ser atractivo y haya una alta probabilidad de reversión a la media.
Estas cifras revelan algo fundamental: los alternativos funcionaron excepcionalmente bien cuando eran un club pequeño, pero dejaron de serlo cuando se transformaron en una megaclase de activos con trillones de dólares compitiendo por el mismo tipo de oportunidades. Esta transición histórica es clave para entender qué se está comprando realmente cuando se invierte en GPZ.
GPZ: Exposición al modelo de negocio, no a los activos
El índice que GPZ replica está compuesto por las firmas más grandes de gestión alternativa del mundo. Las principales posiciones incluyen a Blackstone, Brookfield Corporation, KKR, Apollo Global Management, Carlyle, Ares Management y EQT, todas ellas compañías cotizadas en Estados Unidos o Canadá que obtienen la mayor parte de sus ingresos de la gestión de activos privados.
Estas firmas tienen un modelo de ingresos en dos capas: una base recurrente proveniente de comisiones anuales sobre activos comprometidos o activos bajo gestión de largo plazo, y una parte variable dependiente del éxito de las inversiones (carried interest). Esta estructura genera un negocio altamente escalable, además de que los AUM estarán por muchos años generando flujos continuos. Cuando una gestora pasa de administrar 50 mil millones a 300 mil millones, sus costos no crecen en la misma proporción, por lo que una parte significativa de los ingresos adicionales se traduce directamente en márgenes más altos. Además, dado que estas firmas operan múltiples estrategias (private equity, crédito, infra, inmobiliario, secondaries, hedge funds, wealth semilíquido), pueden diversificar sus fuentes de ingreso y suavizar las fluctuaciones de un solo segmento.
Invertir en GPZ es exponerse a ese modelo de negocio
Cuando la industria crece, las gestoras aumentan su base de activos y sus ingresos recurrentes crecen con ella. Cuando hay buenas condiciones de mercado, los eventos de liquidez —ventas de empresas, IPOs, refinanciamientos o recapitalizaciones— generan ganancias extraordinarias. Y cuando el interés por los alternativos se expande hacia más inversores individuales las gestoras capturan nuevos flujos y nuevas fuentes de crecimiento por comisiones.
Por eso GPZ no es un sustituto de los activos alternativos ilíquidos; es una apuesta por la industria que los administra. El inversor no participa directamente en los retornos de las compañías privadas o los proyectos de infraestructura, sino en la evolución bursátil de las firmas que operan esos vehículos.
El riesgo de que los alternativos ya no produzcan los retornos del pasado
La evidencia histórica que muestran las gráficas de NACUBO expone un riesgo esencial para el inversor en GPZ: si la industria de alternativos entra en una fase de madurez en la que los retornos de los fondos son cada vez más parecidos al mercado público, las gestoras podrían enfrentar tres problemas simultáneos.
El primero es la compresión o caída de fees de éxito. Cuando las oportunidades de retorno se reducen y las tasas de rendimiento de las inversiones no superan los benchmarks tradicionales, los incentivos variables caen. Y dado que en algunos años estos representan una parte significativa de los beneficios de las gestoras, entonces la volatilidad de sus utilidades aumenta para mal.
El segundo es la ralentización de la captación de capital. Si los inversores perciben que los alternativos ya no generan “alpha” estructural, como ya sugiere la tendencia decreciente de los retornos excedentes en tus gráficas, podrían moderar sus aportaciones o incluso reducirlas en favor de clases de activos más líquidas y más fáciles de valorar. Este fenómeno ya se observa de manera incipiente en ciertos segmentos como el private equity de mega-cap, donde la competencia por deals de calidad ha comprimido retornos.
El tercero es la sensibilidad al ciclo de tipos de interés. El crédito privado, el real estate y las infraestructuras dependen del costo de la deuda. A diferencia del periodo 2010–2020, en el que los tipos mínimos potenciaban las compras apalancadas, el entorno post-2022 de tipos más altos hace que muchos proyectos sean menos atractivos, disminuye la velocidad de desinversión y afecta las valoraciones. Una menor actividad reduce el ritmo de crecimiento de activos bajo gestión y, con ello, los ingresos.
GPZ, está expuesto a estas dinámicas. Si la industria sigue creciendo, el ETF podría beneficiarse significativamente. Si entra en una fase de saturación, sus rendimientos podrían volverse más modestos que los de un ETF de renta variable global.
Posicionamiento de GPZ en la Cartera del Inversor
Aunque GPZ ofrece una vía líquida e indirecta para participar en el crecimiento estructural de los alternativos y sobre todo en las comisiones que cobran esas gestoras, no debe confundirse con una posición núcleo de la cartera indexada pasiva. Su comportamiento está más cercano al de un sector financiero especializado que al de un activo diversificador. La sensibilidad a los ciclos de mercado, a los tipos de interés, a los flujos de capital institucional y a la actividad transaccional lo convierten en un instrumento con volatilidad considerable. Por lo tanto no es sugerible para todas las carteras indexadas, a menos que el perfil y horizonte lo permitan.
Por estas razones, GPZ funciona mejor como una posición satélite, pero entendiendo los riesgos extra que añade, como el de aleatoriedad y retornos subsecuentes. El Fondo Cotizado está diseñado para capturar tendencias estructurales y no para reducir volatilidad o sustituir la parte básica de renta variable global. Su rol es complementario y depende de que el inversor comprenda que está adquiriendo exposición a un negocio de fees que prospera cuando hay crecimiento, liquidez y confianza, pero que se ve presionado cuando el ciclo se endurece o cuando la industria se satura, como ya lo sugiere la evidencia empírica de los endowments en los últimos quince años.
El atractivo de GPZ está en su capacidad de ofrecer exposición a empresas que históricamente han tenido márgenes altos, modelos escalables y una posición dominante en un segmento sofisticado del mercado. Pero esa misma sofisticación exige prudencia: los periodos de exuberancia suelen ir seguidos de fases de normalización, y nada en los datos sugiere que la “edad dorada” de los alternativos regresará con la misma intensidad.
Si lo que se desea es un ingreso por dividendo debido a su relación con los fees que cobra, entonces hay mejores alternativas que el retorno por dividendo de este ETF apenas roza el 2% anual que está por debajo de la inflación de México y por abajo de lo que CETES está dando.