Damocles era un hombre que anhelaba el poder y la riqueza de la que disfrutaba un Rey al que envidiaba, al paso del tiempo logró intercambiar roles con el emperador hasta que se enteró que por encima del trono del mandatario se colgaba de un delgado cabello una afilada espada que pendía siempre sobre la cabeza del soberano. El peligro para quien ostenta un gran poder es que hay grandes peligros sobre su cabeza y puede perderlo en un instante.
China, el monstruo de mil 400 millones de cabezas, enfrenta una desaceleración que pone en predicamento la teoría evolutiva que lo marcaba como la potencia que desbancaría a los EEUU como la economía más poderosa sobre la tierra. Había estudiosos que afirmaban que con un ritmo de crecimiento como el que China tuvo a principios de este siglo, se requeriría para el año 2030 otro planeta Tierra solamente para abastecer de los recursos necesarios de China y su inmenso desarrollo.
Pero para que haya crecimiento económico es indispensable orden y claridad. Ante la enorme volatilidad de los mercados y por la necesidad de certidumbre que los inversionistas tienen, es un requisito primario que exista transparencia en la información y en la toma de decisiones, ambas, son cosas en las que el gobierno chino cojea. China se caracteriza por ser el enorme país emergente, de políticas turbias, datos poco confiables y un nublado proceso en la toma de decisiones. Sus determinaciones en materia económica son una caja negra.
Ese velo ensombrece la comprensión de la economía china y es una de las principales razones por la que su desaceleración ha producido un terremoto en la economía global.
Hace algunas semanas cuando el Banco Popular de China devaluó su moneda, los altos funcionarios orientales presentaron esa determinación como parte de un esfuerzo para alinear el valor del yuan con el mercado. Pero muchos economistas señalan la falta de independencia del banco central, y marcan como la realidad en la devaluación del Yuan una razón política para reforzar la credibilidad del Partido Comunista Chino a través del impulso de las exportaciones.
Pero tampoco podemos negar la realidad de una China que se volvió un poco más transparente de lo que era hace un par de décadas, y hoy, no es peor que otros países cuyos problemas golpearon a la economía del mundo hace 20 años.
La diferencia es el tamaño. Aquí el ejemplo: México representaba 2% del PIB del mundo cuando una devaluación del peso en 1994 desencadenó "el efecto tequila". Los países conocidos como los “Tigres asiáticos” acumulaban el 4% del PIB global cuando incubaron la crisis asiática de 1997 y en 1998 cuando Rusia se declaró en suspensión de pagos contribuía con el 1% del producto mundial.
La gran diferencia es que actualmente China representa casi el 12% de la producción mundial. El problema es la magnitud. China contribuye con una enorme parte del crecimiento o el decrecimiento del planeta. Los bancos centrales de todo el mundo se han independizado y transparentado, generalmente publican detalladas minutas de sus reuniones, estimaciones y metas. El banco central chino se ha abierto un poco, pero sus decisiones más trascendentales son aprobadas en las sombras por las altas esferas del gobierno y eso no es lo que un inversionista espera para conciliar tranquilamente el sueño.
China por mérito propio logró tomar un lugar trascendental de la economía mundial, con su gran influencia, pero también con la enorme opacidad de sus decisiones, ha provocado que por encima de su cabeza penda como la espada de Damocles una amenaza que podría arrebatarle todo lo que logró prosperar a lo largo de muchas décadas.